el josué

Friday, September 28, 2018

Hay de muertos a muertos


Lo que estoy a punto de relatar no es una broma ni una historia producto de mi imaginación. Diría que esto le sucedió al amigo de un amigo, pero no, yo lo viví en persona. Es una historia real y sucedió hace un año precisamente en vísperas del Festival de Día de Muertos que organizamos en Dortmund.
Era el segundo día de dicho Festival y yo llegué temprano al recinto donde se habría de llevar a cabo el evento. Frente a la puerta estaba parada una pareja de alemanes con mirada hosca y escéptica.
Me acerqué a preguntarles si podía ayudarles en algo y me dijeron que esperaban a una señora que los había citado para ofrecerles una visita guiada por el recinto.  Dicha señora se dedica a dar discursos en funerales y la pareja con la que yo estaba hablando eran (o son) dueños de una agencia funeraria.  “Tiene sentido su presencia” – pensé de forma muy natural.
La persona que los había citado no había llegado aún por lo que les ofrecí pasar conmigo y ver el recinto, el altar de ofrendas, las exposiciones fotográfica y de pintura y para darles una pequeña explicación sobre nuestro festival y el motivo de la fiesta.
De la pareja, el señor se mostraba dispuesto pero la señora fruncía cada vez más el ceño (y tal vez alguna otra parte de su cuerpo) y solamente daba negativas a mis ofrecimientos.  Los convencí de pasar conmigo y cuando hubimos accedido al recinto la señora exclamó casi con repugno:
“¿pero qué es esto?  Dieter, vámonos.  Esto es demasiado tenebroso.”
Me tuve que contener para no soltar una carcajada.  ¿En realidad había dicho eso? ¿La dueña de una funeraria había dicho que las figuras de cráneos humanos de papel de colores y esqueletos con flores le parecían tenebrosos?
Resulta que a una persona que se la pasa todo el día desvalijando cadáveres y maquillándolos, la muerte le parece un asunto tenebroso.

Todos los santos


El otro día hace 15 años andaba yo de visita en Varsovia, Polonia en vísperas del Día de Todos los Santos.  Aquella era mi primera ocasión en Europa y no tenía la menor idea de cómo eran las celebraciones en torno a dicha fecha.  A decir verdad no tenía la menor idea de nada y en algún momento de ese viaje perdí la noción del tiempo y no me había dado cuenta que estábamos a finales de octubre hasta que la familia que me acogió en la capital de aquél país de la Europa Oriental mencionó el tema. Después de cenar la tradicional “sauerkraut” me preguntaron si quería salir con ellos a visitar el cementerio. En Polonia, como en muchos otros países de Europa, se acostumbra pasear por los cementerios en dicha fecha para recordar a las personas fallecidas. 
Mientras tomábamos un té en el comedor, me preguntaron cómo se celebra el día de Todos los Santos en México.  Con voz jovial e ímpetu me dispuse a contar todas las actividades que se realizan en México durante el Día de Muertos (que es como mejor se le conoce al día de Todos los Santos).  Les dije que era una fiesta alegre, con flores, música, comida, y que mucha gente suele ir a los cementerios y festejar sobre las tumbas de sus muertos, que según la tradición regresan en ese día para estar entre los vivos. Les relaté cómo se ven en los periódicos numerosas fotografías de familias enteras comiendo sobre las tumbas al son que tocan los mariachis.  También les conté sobre los dulces que se hacen con forma de esqueletos y cráneos humanos, los hay de chocolate, de azúcar, o también como ornamentación de barro y otros materiales que usan los artesanos mexicanos.
Mis anfitriones no podían creer lo que yo les estaba diciendo.  Yo creo que en ese momento me imaginaron a mi y a todos los mexicanos realizando sacrificios humanos al más puro estilo azteca. Por si fuera poco, les expliqué que en esas fechas también se hacían poemas relatando con ironía y picardía la muerte de personajes famosos como políticos y artistas pero que también se acostumbraba hacer entre amigos, conocidos o compañeros de trabajo.  Les dije que era una especie de homenaje el relatar de forma burlona y pícara la muerte ficticia de nuestros conocidos.
Recuerdo ver caras estupefactas y uno que otro desviaba la mirada, carraspeando.  Yo pensé que no me habían entendido porque no hablaban muy bien el inglés.
Después cuando hubimos salido del cementerio lo entendí todo. La gente caminaba entre las tumbas alumbradas lugrubemente con velas. Nadie hablaba, había literalmente un silencio sepulcral.  Yo moría de pena por haberles contado todo lo que se acostumbra hacer en México. Me sentí como un pagano bárbaro.
Luego cuando volvimos a casa, alguien se me acercó a decirme:
“Josué, ¿es verdad todo lo que contaste?” y yo: “si, claro”.
“Está bien, ahora que lo he digerido puedo hablar contigo sobre esto. Cuando mencionaste que escriben a modo de broma  sobre la muerte de los amigos no lo podía creer. Pero… cuéntame más. Ahora me parece interesante”.
Después de dos copas de vino el ambiente estaba mejor y les conté sobre las representaciones que se hacen de la muerte como una mujer elegante, la famosa Catrina.
No es que la muerte sea divertida un asunto divertido en México, no lo es en absoluto. Es sólo el enfoque lo que cambia.

Sunday, April 29, 2018

das Wort - la palabra


Por razones que desconozco el idioma alemán carece de melodía y este fenómeno se manifiesta en muchos aspectos de la cultura. Al no poder generar melodía al hablar, también la capacidad para reconocer melodías es pobre. Al menos así lo han demostrado mis observaciones y mi trabajo de campo al respecto. La gente se concentra mucho en las palabras, en lo que se dice y no cómo se dice. Esto se manifiesta por ejemplo en el lenguaje. Yo, que provengo de un país en el que sucede casi lo contrario (lo que se dice no importa mientras se diga de buena manera), le pongo mucha atención a estas cosas. Yo he experimentado muchas situaciones confusas e incluso discusiones por algo que me dijeron de muy mala gana aunque haya sido el caso que me concedieron lo que pedía. Pero ellos ni se enteran de cuál fue el problema. Yo argumentaba que su tono, su expresión facial y sus palabras fueron de muy mal gusto. Pero no me entienden.
Otro ejemplo es la música. Las personas se concentran tanto en lo que se dice que ignoran que hay música en el fondo. Incluso he llegado a conocer gente que aseguran que si la letra de una canción no les gusta, no la escuchan, hecho que me parece absurdo puesto que la música es mucho más que eso, pero eso es tema para otra tarde.
El colmo de lo que aquí describo se dio cuando en un concierto de un trío a-capella se anunció que la canción que estaban a punto de cantar le podría sonar conocida a una que otra persona, sin embargo, no desde el principio. Comenzaron a cantar la primera estrofa, la segunda y no fue sino hasta la tercera que el público hizo una ligera exclamación asintiendo con la cabeza que efectivamente reconocían la canción. Yo me quedé atónito ante aquello que ocurría puesto que las tres estrofas eran idénticas en melodía y armonía. La única variación se daba efectivamente en la letra de la canción. En ese momento me salí y fui al bar del lugar y pedí un vaso con leche para ahogar mis penas.

Es como si yo cantara la canción "La Bamba" con unas ligeras variaciones en la letra y la gente no la pudiera reconocer. Algo así como lo siguiente:

"Para bailar la tamba
para bailar la tamba
se necesita
una boca de hacia"

Estoy seguro que me contestarían:

"No, no se qué canción es, no la reconozco. Y deja de cantar porque no conozco esa canción".


Saturday, April 28, 2018

como pagas, te tratan

Un sábado en la mañana me desperté con ganas de ir a jugar basquetbol, luego me dieron ganas de jugar fútbol americano, leer y luego de tocar la guitarra. Entonces decidí ir a un parque que me gusta mucho y que hace tiempo no había visitado. Como no pude decidirme de qué tenía más ganas de hacer, salí con una guitarra, una pelota de basquetbol, un balón de fútbol americano y un libro. Iba cargadísimo en la bicicleta.  Como no quise perder el momentum con el que desperté, salí sin desayunarme.  Cerca del parque hay una cafetería y un supermercado. "Ahí compraré algunos víveres, frutas, agua y un café" - pensé. Aquí comenzó a hacer su anti-magia la física cuántica.  Me dí cuenta de que no tenía dinero en efectivo y tendría que pasar a un banco a retirar dinero. Mi banco está muy lejos así que decidí pagar el precio de retirar dinero en otro banco: 4.75 EUR. "Va, juega" - me dije a mí mismo.  El cajero automático me dió un billete de 100 EUR.  No es que me quiera quejar de tener 100 EUR a mi disposición pero de inmediato supe que tendría problemas para pagar con un billete de tal denominación.  Incluso pude ver y escuchar a la cajera del establecimiento que fuera maldiciendo o maldiciéndome al recibir ese billete de mis manos.  Y en ese momento recordé una situación muy similar que tuve el agrado de presenciar en México. (Relato que puede usted lector disfrutar aquí).
Llegué a la cafetería y al supermercado.  No me atreví a entrar a la cafetería y pagar un café con ese billete. Me pareció más prudente comprar mis víveres en el supermercado y tratar de gastar lo más posible, mesuradamente.  Pagar en la caja de un supermercado en Alemania es una experiencia bastante fuerte, cargada de emociones muy negativas, digamos que es un tema complicado y que trataré en otra ocasión.
Cuando puse mis productos sobre la banda transportadora comenzó a subir el nivel de adrenalina en mi sangre. Hice una cuenta rápida mentalmente y me alarmó que gastaría solamente alrededor de 3 EUR. En ese momento pensé que tal vez el café me hubiera costado más si lo pedía extra-grande y con todos los jarabes asquerosos que le ponen para incrementar el precio.
No había marcha atrás, la cajera me saludó. Yo le respondí el saludo carraspeando y con voz temblorosa. "Ni tan buenos días... ya verás" - pensé en ese momento.  Sabía que se avecinaba una ola de emociones negativas. Maldije la física cuántica porque desde que el cajero me dio ese billete sabía lo que estaba a punto de suceder o tal vez yo induje esa situación. Lo se. Yo me metí en esa situación tan indeseable.
"Son 3 euros con 25 centavos" - dijo amablemente la cajera, una señora alemana de unos 45 años, descuidada y con sobrepeso, pero que pudo haber llegado a ser más educada y guapa en su juventud si se lo hubiera propuesto.
Acto seguido, saqué mi billetera (que ya la tenía preparada porque si no... lo explicaré en otra ocasión) y en el momento de sacar el billete de 100 EUR como un perro con la cola entre las patas le dije: "Disculpeme pero solo tengo este billete grande, así me lo dio el cajero automático".   El tono amable de la cajera se desvaneció y desapareció en el limbo de las buenas maneras y costumbres y gritó (literalmente):
"Oh noooo, ¿en serio? ¿no tienes otro billete más chico? ¿o una tarjeta bancaria? ¡¡¡boooaaaahhh!!!". 
La insolente y malcriada me puso en ridículo frente a todas las personas que esperaban en la fila.  Yo se que en realidad no tiene nada de malo y como no tenía ganas de argumentar tan temprano y tratar de convencer a una bárbara que no se enteró que después del descubrimiento del fuego el cerebro del homo-erectus creció y se civilizó. En fin, me limité a tragarme los insultos y a pasar el trago amargo intentado que no me afectara mis ánimos de jugar basquetbol.
Lo único que si le dije fue:  "¿pero cuál es el problema? 100 EUR no son mucho dinero hoy en día".
A lo que me respondió: "el problema es que te tengo que dar mucho cambio". 
Ese fue su argumento y su justificación para maltratarme psicológicamente. En realidad si llevaba una tarjeta bancaria, pero lo único que quería era cambiar el billete para poder comprarme un café sin jarabes asquerosos de caramelo. 
Guardé mis tres bananas, mi botella de agua y mis galletas y le di las gracias a la cajera.  Obviamente no me respondió y ni adiós me dijo. 
Sabía que me lo había merecido.  Cuando el siguiente cliente pagó su cuenta sabía que la cajera le agradecería por su compra y le desearía un buen día, puesto que ella había pagado con un billete más chico, como debe de ser.  Y así fue.  La armonía se había restablecido en la Caja #3 de aquél supermercado.  Me sentí tan mal que ya ni me compré mi café. 

No cabe duda que es verdad el dicho de "como te ven, te tratan" o lo que es lo mismo "como pagas, te tratan".

Thursday, June 22, 2017

Manita sudada

En México se les llama "novios de manita sudada" a las parejas que tienen escaso contacto corporal. Si acaso, sólo se toman de la mano y éstas sudan de estar tanto tiempo estrechadas.

Un día estaba esperando el tren en la estación vieja de alguna ciudad de Alemania cuando vi pasar frente mí a una mujer y a un hombre, en ese orden y uno detrás del otro. Llamaron mi atención porque volvieron a pasar y se pararon frente a mí.
Después de observarlos unos minutos formulé la siguiente tesis:
Al principio pensé que eran dos desconocidos, luego que eran amigos de la universidad, luego que eran hermanos (a juzgar por el aspecto de la mujer, aunque atractiva era bastante masculina, y por el aspecto del hombre, aunque joven, casi calvo y hombros encogidos y más bajo que ella). Luego pensé que eran novios porque el tipo se acercó a la mujer y la abrazó tímidamente de las caderas y se daban besos.

Pensé: "si son desconocidos, van muy rápido, si son hermanos son perversos, pero si son novios es una catástrofe".

Wednesday, April 26, 2017

typisch deutsch

Hace poco estábamos hablando sobre lo que es typisch deutsch (típicamente alemán). Que si el pan de centeno o aparcar correctamente en un estacionamiento completamente vacío o las guerras mundiales. Esa charla me recordó una ocasión en que me subí al metro de la ciudad de Dortmund y el conductor dijo por el altavoz: "Señores pasajeros: les informamos que este tren no hará parada en la estación de Westfallenhallen debido a trabajos de desactivación de una bomba de la segunda guerra mundial".
Typisch deutsch - pensé.

Thursday, April 07, 2016

el pan

Tal vez ya haya mencionado en alguna ocasión la importancia del pan para la cultura alemana. He escuchado a muchos alemanes admitiendo que de las pocas cosas que echarían de menos en caso de vivir en el extranjero, es el pan. Sí, el pan. Así, por ejemplo, a una amiga alemana que vive en México, no le bastan los cientos de variedades de pan que se producen en las panaderías regionales de aquél país.
Debo reconocer que las panaderías alemanas ofrecen algunos productos sanos, nutritivos y en algunas ocasiones, hasta sabrosos.
Los hay de centeno, con semillas de girasol y otros... (la verdad no me pregunten detalles porque de plantas, semillas y flores no tengo la más remota idea. De hecho una vez me preguntaron que de dónde venía el cilantro. Yo respondí que era una planta que se da en las taquerías de la ciudad de México).

Cuando recién llegué a este país, yo veía a los alemanes comiendo sus panes nutritivos, primero con interés, luego con curiosidad, después hastío (porque me daba la impresión de que eso era lo único que comían a medio día) y ahora, ahora los entiendo.
El pan alemán es realmente muy sano y nutritivo, no tiene que ser rico, sólo es funcional. Una vez me visitó mi hermana de México. Cuando me vió haciéndome un sandwich (emparedado), me regañó porque sólo era un pan, una rebanada de jamón y otro pan. Me dijo: "come bien Josué. ¿No le vas a poner mayonesa, aguacate, queso, tomates y chile?". Es que no se usan los ingredientes exóticos por acá. Y es que cuando uno se hace un pan o es de jamón o es de queso, pero no de las dos cosas juntas. ¡Umgotesvilen!
Pero bueno, la verdad es que si yo tuviera que abandonar el país, de las pocas cosas que echaría de menos (aparte de los restaurantes de comida tamil, tailandesa, vietnamí, entre otros) serían los "Zwiebelbrötchen". Son los panecillos más deliciosos que he probado en mi vida.


Friday, January 01, 2016

mucho ruido y pocas nueces

Hace mucho que dejé de celebrar fiestas, como La Navidad, en familia. Por eso es que busco la forma de hacer de esa fiesta de origen pagano (cuyo significado original es realmente motivo de celebración cuando se vive en estas latitudes donde el sol en invierno sale muy tarde y se pone muy temprano) algo interesante o diferente. Por motivos que no me interesa mencionar, me encontraba en vísperas de Navidad en la cocina de un departamento en uno de los barrios más tradicionales de la ciudad de Varsovia, Polonia.
Me preguntaron si quería llevar algún plato típico mexicano a la cena de Navidad a celebrarse en dicha ciudad con mis anfitriones.
"No" - pensé.
"Podría ser..." - dije.
En menos de lo que duró la Blitzkrieg para ocupar Varsovia me encontraba en el supermercado comprando los ingredientes para hacer una ensalada que solía hacer mi madre en casa para la Navidad. Una ensalada de zanahorias con crema, joghurt, piñas, pasas y NUECES. Ya casi tenía todos los ingredientes en la canasta. Parado en un pasillo y sosteniendo en mis manos un paquete de nueces partidas y listas para consumir, se acercó mi acompañante y anfitriona y me dijo que no era necesario comprar nueces puesto que ella tenía en casa muchas, enteras. Yo la miré unos instantes a los ojos y con esa intuición que me dio la naturaleza (y a la que procuro escuchar más día con día) sabía que algo terrible iba a suceder. Me imaginé lo peor: nueces cerradas, enteras, duras.
"¿Tienes la maquinita para abrirlas?" - pregunté.
"Si, claro" - respondió.
Me imaginé algo peor que lo que me había imaginado antes: nueces cerradas, enteras, duras y una máquina que no servía.
Mirá el paquete de nueces, la volví a mirar a los ojos. No le hice caso a mi intuición y dejé el paquete de nueces en la estantería. Después de todo había ido en busca de la aventura.

Regresamos al departamento. Ella también necesitaba nueces para algún postre que preparaba. Me pidió que partiera una nueces para ella y de paso para mi ensalada. Accedí y pregunté: "¿Dónde están las nueces y la maquinita para partirlas?".
Me dio una máquina de madera que consistía en un cilindro donde se coloca la nuez y una barra con cuerda que se atornillaba en el cilindro con el que se trituraba la nuez para partirla. En sí, la idea no es mala, pero el material, la madera, genera mucha fricción además de que es dificíl hacer piezas de precisión que tengan poco juego y sean eficientes. No dije ni una palabra e intenté partir las nueces. La máquina se trababa al tratar de romper la nuez, producto de la fricción como ya mencioné, aunado a los trozos pequeños que se colaban en la rosca del mecanismo. Maldije y en mi mejor tono sarcástico, pregunté: "¿Acaso es francesa esta máquina?".
"No, es polaca" - me respondió.
Ya no sabía qué era peor.

Debo confesar que por un momento, tan sólo un instante, eché de menos Alemania y sus máquinas eficientes. Era más fácil romper la nuez con la mano que con esa máquina. Desistí y pregunté si tenía un molcajete (del náhuatl mulcazitl - mortero). Hay dos cosas que realmente odio: las tareas absurdas y la tecnología que no funciona adecuadamente.
Los lóbulos frontales de mi cerebro se activaron y rescataron aquél recuerdo del paquete de nueces pelado por algún chino (de esos chinos que pelan una tonelada de nueces por 1 euro al día). Maldije.
Mi intuición me maldijo. La anfitriona no sabía para qué quería el molcajete. "No preguntes" - dije.
Comencé a golpear violentamente las nueces. Los pedazos salían volando por toda la cocina. Se había vuelto un asunto personal. De cada nuez rescataba un 50-60% del producto. El resto se quedaba atrapado en la cáscara o triturado en el molcajete.
Entonces comprendí el dicho "mucho ruido y pocas nueces". Seguramente alguien pasó por la misma situación y tuvo que partir nueces con un molcajete o algún artefacto similar.
Cuando había reunido la cantidad suficiente de nueces para su platillo dejé de trabajar.
"¿No vas a partir nueces para tu ensalada?" - me preguntó.
"Mañana" - respondí.

Al otro día mientras ella fue a trabajar, yo fui al supermercado y compré un paquete de nueces partidas. Fui a casa y preparé mi ensalada. Abrir el paquete de nueces y agregarlas a mi ensalada no fue tan difícil. A los comensales les gustó mucho la ensalada. La llamé "Ensalada Sanchez's Special".

Wednesday, December 02, 2015

el chacal

Hay lugares, personajes, oficios, ideas, etc. que no dependen ni de la geografía ni del idioma. Por ejemplo, un taxista es un taxista en cualquier parte del mundo y conducen de la misma forma en la ciudad de México que en Londres o Berlín.
En México existen las llamadas "tienditas de la esquina", que son tiendas, misceláneas o establecimientos pequeños, a menudo improvisados en garajes o patios de casas-habitación, en los que se pueden realizar las compras de último minuto: 1 litro de leche para el desayuno de los niños, azúcar, cigarros, cerveza, una monografía de los niños héroes. (Desagraciadamente éstos negocios familiares se han ido extinguiendo como producto de la aparición de franquicias como OXXO).

En Alemania las tienditas de la esquina se llaman "Kiosk". Y aquí, como en México, se auto-gobiernan y auto-determinan, es decir, además de vender los productos "obligados" como licores, bebidas refrescantes y productos de la canasta básica, ofrecen otros productos fuera de esa línea. Por ejemplo, en un kiosko que conozco ofrecen de todo, cigarros sueltos, ofrecen servicio de transporte para llevar a casa ese sofá-cama que te regalaron o para mudarte de casa, en el patio trasero organizan fiestas hip-hoperas.

En donde yo vivo hay una especie de culto por los Kiosks. Y es importante tener buena relación con el dueño del Kiosk, después de todo es el tipo que puede salvar tu fiesta cuando se ha acabado la cerveza a media noche, o cuando te has quedado sin leche para tu cereal.
Yo viví en un apartamento exactamente arriba de un Kiosk y el dueño, un turco, me trataba muy bien. Le gustaba la idea de conocer a un mexicano. Años después, me lo encontré en la calle y me saludó.
El dueño de otro Kiosk que conozco es un griego-serbio-libanés (según mi apreciación) que habla muy mal alemán y que no sabe distinguir entres cigarros Gauloises rojos y azules, pero conduce un BMW i6.

Después me mudé de casa y a la vuelta de la esquina había dos Kiosk, de la misma dueña. Luego uno cerró. La propietaria, aunque tenía una dentadura destrozada por humo de tabaco, era amable.
Un día fui a comprar cerveza. Yo iba con una amiga alemana y un amigo mexicano, que esperó afuera. De pronto entró un tipo de mala cara y voz ronca. Al parecer era el nuevo dueño del Kiosko.
Comenzó a hablar y en seguida me preguntó: "¿entiendes alemán?". Me molesté y le contesté que si y le pregunté que si acaso lo dudaba por el color de mi cabello.
"Tranquilo, tranquilo. No es eso, sino que allá afuera hay un tipo que me habló en inglés y pensé que tú tampoco hablabas alemán".
Entendí la situación y lamenté haber reaccionado así, le ofrecí una disculpa.
"Está bien, no pasa nada" - contestó. Pero yo sabía que no era así. Nuestra relación había empezado mal y no iba a mejorar, lo supe en ese momento.
Es de esos tipos a los que nada les parece o si algo les gusta lo expresan con enojo. Si uno se queja delante de él por la lluvia, contesta: "¡Hey, deberías estar agradecido que estás vivo y no hay guerra en este país por lo menos!".
Si le dices: "¡Qué buen día hace hoy, que lindo!", contesta: "Eh, ¿qué tiene de lindo? Mira que clima tan horrible".

Un día fui a comprar cerveza sin alcohol, por la simple y sencilla razón de que me gusta la cerveza sin alcohol.
"LLevaré tres cervezas sin alcohol" - le dije.
Me contestó con su voz ronca: "¿Sin alcohol? toma algo más para hombrecitos, ¿que es eso?".
Le tuve que contestar con una risa nerviosa. Lo hice porque aún seguía lamentando mi reacción aquél día de nuestro primer encuentro.

Otra ocasión fui a comprar vino.
"¿Tienes vino tinto?" - pregunté.
"Si, mira aquí tengo uno muy bueno, es italiano, cuesta 8 EUR la botella" - me contestó.
Cuando le pregunté si no tenía uno más barato, como para estudiantes, se molestó y me dijo: "Por mí te lo dejo a 2 EUR si no estás dispuesto a pagar 8 EUR por un buen vino. Ah que la gente en Alemania que quieren lo mejor pero no quieren pagar por ello". Le expliqué que el vino era para borrachos, en una fiesta y no para cenar. No me quiso escuchar. Me fui.

Otra vez fui a comprar una caja de cerveza para una fiesta. Me dijo que tenía la caja de cerveza Brinkhoffs de lata en descuento y que como ya me conocía, no me cobraría el importe de las latas ni la caja de plástico.
Le insistí en que me lo cobrara porque no sabía si se iba a terminar la cerveza en la fiesta. El insistió en querer ser amable y hacerme un favor.No lo quería contradecir.
Pasaron 6 meses y yo seguía sin devolver las latas ni la caja de plástico. Unos días antes de Navidad pasé al Kiosk y le dije al tipo:
"Hola, vengo a pagarte lo de las latas y la caja de plástico porque, como te dije desde el principio, no se acabó la cerveza".
"Si, qué bueno que vienes. No quería decirte nada pero si te voy a aceptar el dinero porque me va a faltar para el cierre del año".
Hizo la cuenta y me dijo: "Son 4.65 EUR".
Yo pensé: "¿Tanto drama por 4.65 EUR?". Si me los hubiera cobrado desde el principio no habría vivido con la angustia de la deuda durante esos 6 meses.
Dos años después, aún tengo tres latas de esa cerveza.
Lo bauticé como El Chacal, por malencarado y chacal.

Otro día pasé a comprar patatas fritas cubiertas con colorantes artificiales a base de plásticos inflamables y tóxicos. Esa ocasión me dijo: "¿Y tu amigo de México, dónde está? El sí que era buena gente". No me quedó más remedio que agregar: "¿No como yo verdad?".
"No, yo no dije eso. Sólo salúdalo de mi parte cuando hables con él" - respondió.
Cuando salí del Kiosk sabía que nuestra relación vecino-Kioskero había sido perturbada para siempre y no tenía remedio.

La situación llegó a tal extremo que cuando regresaba a casa, tomaba otro camino más largo para no pasar por la calle del Kiosk y tener que verlo o peor aún, saludarlo. Lo comencé a odiar.

Un día que me enojé con el mundo, estaba decidido a pasar frente al Kiosk y mirar al Chacal a los ojos fijamente sin desviar la mirada y si era necesario, saludarlo.
Pasé y no estaba. Al cargo estaba una de las mujeres que forman parte de su flota. No se si sean mujeres que trabajan para él (proxeneta) o sean de su familia, pero parecen salidas de una película gringa de arrancones de autos de los años ochenta.
Hace unos meses que me mudé a otra parte de la ciudad y ya no tengo que ver al Chacal. No lo extraño, pero me acuerdo de él cada vez que veo esas tres latas de cerveza Brinkhoffs en la esquina.

Thursday, September 03, 2015

otra batalla perdida

Ya he mencionado más de una ocasión que al alemán no se le gana una discusión. Nunca.
También he documentado aquí la necedad de mi jefe de embarrarnos en la cara nuestros errores, por muy pequeños que éstos sean. Una vez, imprimió un correo electrónico y subrayó con marcador fluorescente la parte donde yo le indiqué que eran 3 piezas las que dejé sobre su escritorio mientras que en realidad sólo eran 2. Un error de dedo. Le dije que era obvio y le resté importancia a lo que reaccionó con un berrinche diciendo que es importante manejar la información de manera correcta y precisa. La semana pasada le hizo otra escena a un compañero. Lo mismo, un correo electrónico en el que estipulaba una cantidad que no correspondía con la realidad. Le concedo razón.
Pero siempre le llega a uno la oportunidad de cobrárselas. Venganza. Esta semana me llegó un correo electrónico de parte de mi jefe. El asunto era: "Favor de no estacionarse en...bla bla bla... este Viernes 7 de Septiembre del 2015 ya que será la fiesta de aniversario de la empresa vecina XYZ y necesitan los lugares de estacionamiento".
¡Perfecto! Mi oportunidad para restregarle en la cara su error, por no decir su imbecilidad.
Fui a la cocina a comprar, en una máquina automática, algo que según dicen es café. Salí con mi tasa hacia el pasillo y ahí vi al jefe con dos colegas igual de nerds que él. Le di un trago a mi "algo-parecido-a-café" y me dirigí hacia ellos con una sonrisa. Me aseguré de hablar con voz clara y fuerte: "¡Hola que tal Jefe! Así que no debemos estacionarnos en tal lugar este - y aquí hice énfasis - Viernes 7 de Septiembre, ¿cierto?. ¿Estás seguro que es día 7 este Viernes?". Yo me disponía a gozar de las mieles del Sabelotodismo absurdo. Pero el jefe respondió: "Si, claro. Este Viernes 7 de Septiembre". Yo intentaba repetir la dósis, tirando ese gancho al hígado: "¿viernes 7 de Septiembre? ¿estás seguro?". "Si" - replicó el jefe con vigor y seguridad. Un nerd lamebotas agregó "Claro, Viernes 7 de Septiembre" y hasta osó burlarse de mí: "¿Porqué? ¿Quieres venir a la fiesta de la empresa XYZ? ¡Tu ni siquiera tienes auto!" - carcajadas estruendosas - . Habiendo dicho esto, los presentes desviaron el tema y olvidaron mi punto: No hay Viernes 7 de Septiembre del 2015. Es día 4.
Decepcionado, ignoré los comentarios y me metí a mi oficina, derrotado. El jefe y los nerds se fueron caminando por el pasillo hablando mierda de sabelotodo: "Claro, Viernes 7 de Septiembre. 7, cuya raíz cuadrada es aproximadamente 2.6457513110645905905016157536393. O 7, que multiplicado por PI y dividido entre 2 es aproximadamente 4.1559364410330408207461885428224". Los imbéciles se regocijaban en su necedad. Lo he dicho y lo vuelvo a repetir. A los alemanes no se les gana ni UNA... bueno, guerras mundiales sí, pero batallas no.

Wednesday, June 17, 2015

naturalizado extranjero

Las razones por las cuáles decidí aplicar para la ciudadanía alemana varían desde lo cotidiano hasta lo intelectual, pasando por lo inverosímil. La verdad es que la razón principal por la cual decidí hacer el trámite fueron los casi 150 EUR que me costó una visa para ir 5 días a Canadá. Cabe mencionar que, no hace mucho tiempo, dicho país decidió cerrar sus fronteras para los mexicanos y exigir el trámite de la visa. Y justamente acabo de leer que esto ya no será necesario en el futuro próximo. Pero cuando yo quise ir, sí necesitaba visa. Además, la visa para ir a los Estados Unidos de Norteamérica (USA por sus siglas en inglés) cuesta alrededor de los 100 EUR, sin mencionar que hay que ir a Frankfurt (otros 100 EUR de viaje desde donde yo vivo).
Por todo esto y otras razones más románticas como el rollo filosófico de la integración, apliqué para la ciudadanía alemana.
Mi idea era evitar trámites costosos y molestos al viajar a México pasando por Estados Unidos y Canadá. De hecho, la gota que derramó el vaso, fue una ocasión en que un agente de viajes, al estar reservando un vuelo DIRECTO a México, me preguntó si tenía visa para los Estados Unidos. Le dije que no y que precisamente por eso estaba reservando un vuelo DIRECTO a México sin pasar por aquél país Norteamericano. Me explicó que al gobierno gringo (lo digo con cariño) le bastaba que sobrevolaran su territorio para exigirle visa a los pasajeros de la aeronave, porque no vaya a ser que el avión tenga un defecto y necesite aterrizar de emergencia en su territorio.
Antes de que me diera un dolor de cabeza, compré el boleto bajo mi propio riesgo.

Pero salí decidido a obtener el pasaporte alemán. Al siguiente día me informé sobre los requisitos para el trámite. La historia es larga. El resúmen es que tuve que hacer un exámen de alemán de nivel intermedio, que aprobé con ojos y boca cerrada porque lo pude haber hecho 5 años atrás y tabmién aprobarlo sin problemas; un exámen de cultura alemana, que ni mis amigos alemanes hubieran aprobado (por cierto, me impresionó que hubiera preguntas tendenciosas anti-socialismo) y una serie de traducciones notariadas de mis documentos personales. Lo duro no fue la traducción sin los billetes que tuve que soltar por un par de sellos.
Mi certificado del curso de integración se perdió en la oficina de correos y tuvieron que emitirlo nuevamente. El trámite del pasaporte se demoró 4 semanas.

Llené la solicitud en la que me pidieron detalles de todos los ámbitos de mi vida. Para entregar los documentos tuve que hacer una cita, para lo que tuve que pedir medio día de vacaciones en mi trabajo. El tipo que me los recibió no iba a decir nada si no le preguntaba cuánto tiempo tomaría el trámite aproximadamente.
"De un año a año y medio" - dijo. Ya qué más importaban las 4 semanas que mi certificado se habia retrasado.
Después de un año se me ocurrió llamar al ayuntamiento para preguntar cómo iba mi trámite. Me dijeron que no sabían y que se comunicarían conmigo. Después de una semana me informaron que mi trámite estaba parado, congelado, detenido. Al preguntarles ¿porqué?, no supieron contestarme y me pidieron que les diera tiempo para investigar. Dos días después me llamaron para decir que la razón era que no había pagado para INICIAR el trámite. Pedí más detalles y me hiceron esperar dos días más. Me volvieron a contactar para decirme que habían cometido un error y habían enviado la forma de pago a una dirección equivocada. Por un momento pensé que estaba aplicando para la ciudadanía mexicana.
Me llegó la forma de pago una semana después. Pagué otros cientos de euros y entonces sí me senté a esperar el año-año y medio que me había dicho un año antes.

Un día me citaron para darme la ciudadanía alemana. Literalmente, en una oficina un jueves a las 3 de la tarde, me dieron la ciudadanía. Era un papel en el que se leía "Ciudadanía alemana". Le pregunté a la empleada ¿qué sucedería si perdiera el papel?. "Pues básicamente ya no hay forma de comprobar que eres ciudadano alemán" - respondió. En verdad ese papel era la ciudadanía. Salí de la oficina con la ciudadanía alemana bajo el brazo.

Pensé que el acto había sido muy simple y sin parafernalias. A los pocos meses me llegó una invitación a una celebración en la que estaríamos presentes todas las personas que habían recibido la nacionalidad alemana durante el año pasado.
Hoy fue esa celebración. A decir verdad, no esperaba mucho del evento. Y tenía razón. No fue mucho. La acústica del lugar era muy mala y no se entendía lo que el moderador decía ni la música, tan arbitraria como los discursos de la alcaldesa de la ciudad, que interpretaban una dama y un caballero alemanes. Los músicos eran buenos, pero interpretaron pobremente canciones en inglés, éxitos de ayer y hoy, que a nadie interesaron. Estoy seguro que absolutamente nadie conoce a John Denver ni en Siria, ni Marruecos ni mucho menos en Gabón. Los que disfrutaron más de la parca música fueron los alemanes presentes. No porque éstos también sean parcos, que algunos de ellos si lo eran, sino porque al menos conocían algunas de las melodías (ya ni se digan los autores de las canciones). De la comida mejor ni hablo. No se me antojó nada.

Decidieron dar un presente al "nuevo alemán" más viejo y al más joven. Cuando llamaron al más viejo, nadie contestó. Yo asumí que estaría en el hospital. Terminaron por darle el premio a una señor de 50 años. Era un pase gratis por un año para un parque con un valor de 30 EUR. Al más joven le dieron un pase gratis por un año para el zoológico de la ciudad, que sólo se puede visitar 3 meses al año porque el resto del tiempo está lloviendo o hace tanto frío que guardan a los animales o los transportan a otros zoológicos.

En algún momento el moderador inició un juego preguntando a la gente: Si La Patria fuera una comida, ¿qué comida sería para tí?. Yo me imaginé tres tacos de pastor con cilantro, cebolla y limón, una orden de aguacate y un agua de horchata.

Luego le preguntaron a la alcaldesa: "Para usted, ¿qué es La Patria?".
Alcaldesa: "Para mí, la patria no es un lugar físico. Son los amigos y familia. Ellos son la verdadera patria".
Moderador: "¿O sea que usted podría irse a cualquier lugar y sentirse como en casa mientras esté con sus amigos y familia?"
Alcaldesa: "Bueno, no, porque yo nací en esta ciudad y no podría irme de esta ciudad".

Yo me reí, pero creo que, o nadie entendió lo absurdo de su contradicción o nadie escuchó por la mala acústica del lugar.

La velada, que sólo duró 45 minutos, transcurrió sin pena ni gloria. Si acaso, pena, sí. Abrieron el bufete y después de un rato la gente se empezó a retirar. Los músicos seguían interpretando su música para adultos contemporáneos occidentales. Yo fui a la barra de bebidas y pedí un "Apfelschorle", una bebida típica alemana: mezcla de jugo de manzana (55-60%) con agua mineral.
En ese momento me di cuenta de que efectivamente me había alemanizado. El asunto de la ciudadanía iba en serio. Te das cuenta de que te has alemanizado cuando sabes diferenciar entre un buen Apfelschorle y uno hecho por un somalí, improvisado. De hecho le pedí tres (otros dos para mis amigos que me acompañaban) y los tres los hizo con mezclas diferentes. El mío tenía por lo menos 80% de jugo, los otros 30% y 50% respectivamente (aproximadamente).

El evento se acabó, supuse, porque ya se habían ido todos, menos yo y mis amigos. "Llévense lo que quieran, si no se va a tirar a la basura" - dijo un delegado de la ciudad, que por cierto me saludó muy alegre cuando llegué, seguramente le daba gusto recibir a nuevos contribuyentes que pagarán su sueldo. Se refería a los alimentos pero yo vi a unos tipos que estaban sacando un refrigerador con un carrito de carga de esos que usan en los mercados sobre ruedas. El cínico nos estaba diciendo que iban a tirar a la basura alimentos que habían comprado con nuestros impuestos.

Estuve a punto de ir a preguntarle a la alcaldesa si ella quería tomarse una fotografía conmigo. Pero me pareció un poco fuera de lugar, más no arrogante (ja ja ja).

Todo pareció una mala película o comedia.

En fin... lo único que yo quería era ir a Canadá.

Friday, March 20, 2015

hasta en la sopa

Ya estoy harto. Escribo esta historia en parte como terapia, pero también para denunciar a las fuerzas del destino. Sin embargo, creo que pago por mi sarcasmo e ironía, mi penitencia.
Hay un cabrón, que es mi jefe, al que no soporto. A veces me siento en una historia de Edgar A. Poe. Es como aquél gato negro que vuelve loco al personaje de la historia. Sin embargo, este tipo no es ni estridente, ni molesto; tampoco irrespetuoso ni entrometido. Por el contrario es muy amable, bastante amable. Es de ese tipo de personas que inciden lenta pero constantemente hasta que se abre una herida mortal.
Permítanme ilustrar la situación.
Todo comenzó el día de la entrevista de trabajo. Yo portaba mi mejor traje y mi mejor sonrisa. Llegué incluso temprano, por lo que me tomé la libertad de hacer una visita al sanitario. Oriné y me lavé las manos.
Luego salí al encuentro de personaje mencionado y me dirigió a una sala de conferencias donde tuvimos la entrevista. Todo muy ameno, excepto la acústica del recinto, que podría mejorarse bastante. Luego, mi futuro jefe, se disculpó un momento para traer a un segundo personaje-engendro-ingeniero que parecía salido de un sótano oscuro y sin ventilación y que, ahora sé, emite sonidos como un cerdo cuando come frente a su computadora mientras continúa programando; mi futuro compañero de oficina. En los 3 minutos que me quedé sólo, me di cuenta que tenía el cierre del pantalón abierto. Desde entonces no paro de escuchar en mi cabeza la pregunta: "¿Habrá visto el jefe que tenía el cierre del pantalón abierto?". Todos los días me lo pregunto.
Una semana después, al terminar la segunda entrevista con el director de la compañía (un tipo completamente repugnante pero que no odio como a mi jefe), me preguntaron si tenía alguna duda o pregunta. Dudé un momento y no me atreví a preguntar si podía trabajar sólo medio tiempo.
Me contrataron y me presenté a trabajar.

En este punto de la historia debo mencionar que en mi empleo anterior nunca recibí atención de mi jefe. A tal grado que en mi primer día de trabajo no informó a nadie que me habían contratado y sólo me dijo "Hola". La charla más larga que tuve con él fue cuando renuncié.
Así, mi ahora jefe, venía a preguntarme cada 5 minutos si todo estaba bien.
Jefe: "¿Todo bien Josué?"
Yo: "Sí, gracias"
5 minutos después:
Jefe: "Hey Josué, ¿todo bien?"
Yo: "Mmhh... sí, aún todo bien"

Después sus visitas a mi oficina comenzaron a tornarse bizarras. El entraba a la oficina y se quedaba parado mirando por la ventana al horizonte, sin decir nada. Se quedaba esperando a que le dieran la palabra. En la mayoría de los casos, quería hablar con mi compañero de oficina, que lo hacía esperar hasta 1 o 2 minutos antes de prestarle atención.
Una vez, el compañero llegó molesto a la oficina, se puso sus audífonos y escuchaba Heavy Metal. Realmente a mí me daba lo mismo porque de cualquier modo nunca hablamos. El jefe entró a la oficina y como de costumbre se plantó esperando a que le dieran la palabra. Yo ya no hacía nada por ponerle atención. El jefe esperó unos 2-3 minutos y luego en voz muy baja y en tono temeroso dijo:
"Mhhh... ¿Mario?" - *nombre cambiado para guardar el anonimato del engendro programador.
Pero el nerd no respondía. Guitarras distorsionadas y teclazos se escuchaban y nada más.
"Mario...mmhh creo que no estas disponible ¿verdad?" - agregó el jefe después de esperar otro minuto. Acto seguido, dijo: "Si quieres regreso más tarde" y se fue.
A mi ya no me sorprendía nada. Pero yo en su caso le hubiera tomado de los pelos y azotado la cara contra el teclado. Cuando el nerd se hubiese repuesto del shock, quitado los audífonos y conteniendo la sangre de la nariz hubiera preguntado: "¿Pero que sucede? Dígame jefe". A lo que hubiera respondido:
"Mmmhh lo siento, ya se me olvidó" y me hubiera ido.


La primera "agresión" del jefe contra mi fue un día que un programa que yo escribí, arrojó un error mientras el jefe y yo observábamos la aplicación correr.
"Una pregunta Josué, ¿es intencional que el programa arroje ese error y se vuelva inestable?" - dijo el jefe.
Yo no dije nada. Pensé que mi silencio obviaba mis intenciones de querer exterminarlo.
La segunda que vez que hizo una pregunta del mismo tipo, contesté:
"Sí, es una funcionaliad que he implementado recientemente". Yo creí que siendo el jefe tan inteligente podría detectar el sarcasmo. Pero su respuesta fue:
"Ya veo. Pero sería bueno que no sucediera, ¿crees que puedas cambiarlo?".
"Creo que sí" - respondí.

Otra ocasión dejé sobre su mesa 3 sensores y le escribí un correo electrónico indicando:
"...los 2 sensores que están sobre tu mesa, fueron calibrados hoy por la mañana..."
15 minutos más tarde el jefe entró a mi oficina con una hoja de papel, un documento. Se dirigió a mi diciendo:
"Josué, aquí tengo tu correo electrónico. Quería aclarar si son 2 ó 3 sensores los que dejaste sobre mi mesa". El número "2" estaba subrayado en mi correo electrónico con marcador verde fluorescente.
Perdí los estribos y le dije:
"Naturalmente se trata de 3 sensores, dejé 3 objetos sobre tu mesa. Creo que es más que obvio que me equivoqué al escribir 2. No creo que sea tan grave".
Se molestó un poco y subrayó la importancia de ser precisos con la información que manejamos.
Pasó el tiempo.

Un día se les ocurrió a los colegas de mi departamento que querían socializar y organizaron un "Barbeque" o día de campo. El plan era "asar unas salchichas y comérselas con pan y tomar unas cervezas". El organizador fue preguntando a cada persona cuántas salchichas se comería y cuántas cervezas se tomaría. No le gustó para nada mi respuesta: "No sé, unas dos o tres, ya veremos". El quería saber exactamente cuántas me comería.
El día del evento llegó. Me parecía un experimento indeseable pero interesante, así que decidí ir. En el camino, un policía me detuvo por andar en bicicleta sobre la acera y me multó con 15 Euros. Me molesté muchísimo. Al llegar al parque, donde no había nadie más que mis colegas y una pareja a lo lejos tomando el sol, esperaban los colegas ya con alimento y bebida en mano y sin hablar. Les conté la anécdota y agregué que los policías son las personas más cerradas, mamonas y rígidas que hay, que carecían de sentido común y además cobardes porque se atrevían a castigar a un ciclista pero no a un neo-nazi, y que por el contrario hasta los protegen en las marchas.
El jefe me miraba con ojos redondos y un poco apenado dijo: "Bueno, mmhh...no sé, a veces es necesario controlar a los ciclistas, pueden ocasionar un accidente". Y entonces confesó que su padre es policía, ahora jubilado. Comenzaba a entender la rigidez de su personalidad.
Luego, cuando todos habían ya comido, el organizador me dijo que aún quedaba una salchicha y que era mía, que me la debía comer porque yo había dicho que me comería DOS salchichas. No me la comí.

En el trabajo, cuando el jefe se acerca a hacernos observaciones que tal vez podrían incomodarnos, carraspea la garganta, antes y después de entrar a la oficina, demostrando inseguridad. A veces carraspea en su oficina, sólo.

En ocasiones en que el jefe ha estado presente mientras yo bromeo sobre alguna situación de forma sarcástica, vuelve a carraspear y se incomoda y agrega que "no es políticamente correcto y que no es del todo exacto mi comentario". Si alguien dice una expresión como "Me muero de hambre", el jefe contesta:
"¡Oh! eso no es bueno. ¿Tienes seguro de vida? Si pierdes la vida en las instalaciones de la empresa, se iniciaría una batalla legal".

Un par de veces me ha pedido que haga tareas para él. Siempre dice: "no me urge, házlo cuando tengas tiempo". La primera vez me tomé mi tiempo. Tres horas después me preguntó si ya lo había terminado y le contesté que pensaba que no era urgente. La siguiente vez que me pidió algo y dijo lo mismo, lo hice en seguida.

Evito cualquier tipo de contacto con él; visual, verbal. Una vez, él estaba en una reunión en el otro edificio de la empresa, que está a dos calles. Ese día decidí salirme un poco temprano porque no tenía nada que hacer. Estuve vacilando sobre qué ruta tomar para no encontrarmelo en la calle en caso de que ya hubiese terminado la reunión. Tomé una ruta alternativa y me lo encontré de frente. "Que tengas buena tarde" - me dijo sonriente. Lo quería ahorcar.
Otra vez fui a tomar café a la cocina de la oficina después de hablar con él sobre un asunto. Necesitaba un pausa de él. 30 segundos después entró a la cocina saludando.
Otro día me estaba lavando las manos después de orinar y lo maldecía en voz baja. En ese momento entró por la puerta del baño y me saludó.
En otra ocasión yo hablaba con un chico de la línea de producción en mi oficina. El jefe entró sin saludar y se paró como de costumbre esperando a que le diera la palabra. No lo hice. Seguí mi conversación y el jefe dijo: "Creo que regresaré más tarde, no quiero molestar" - pero en un tono que para mí significó "No quiero ser partícipe de una charla entre idiotas".
No es que no sea idiota yo, sino que no le permito afirmarlo.

Una vez me volví a salir un poco temprano del trabajo y quería pasar a orinar. Pasé por la oficina del jefe y estaba vacía. Pensé que una posibilidad es que estuviera en el baño. Fui y abrí la puerta sigilosamente. Efectivamente, ahí estaba orinando. Cerré la puerta y me fui corriendo.

El director de la compañía, como dije, es repugnante y arrogante. También me lo he encontrado en la calle mientras doy un paseo después de mi hora de comida. A veces me lo encuentro en una pizzería que hay en el edificio. Me escondo. He llegado a entrar a la pizzería y al verlo, si no me ha visto, me salgo, y si me ve, lo saludo, compro un chocolate para disimular y me voy a comer a otro lado.

Finalmente, ayer tuve una charla con mi jefe. Me dijo que me habían autorizado trabajar medio tiempo y lo adulé. Le dije que apreciaba mucho el hecho de que hubiera aceptado mi petición de trabajar media jornada. Mis palabras fueron sinceras.

Ahora no sé cuál es la razón principal por la que pedí trabajar menos horas. Al principio era mi interés por hacer más música, luego porque el trabajo no era muy interesante, pero creo que la verdad es que ya no quiero encontrármelo hasta en la sopa ni que me moleste con sus comentarios hiper-amables. Al final, todo lo que quiero es que me deje orinar en paz.


Thursday, February 12, 2015

zapatos apretados

Dice un dicho mexicano "A fuerza, ni los zapatos entran". Yo creo que el que lo dijo por primera vez nunca estuvo en Alemania. Porque aquí, sí entran aunque sean apretados. Siempre creí que los alemanes eran muy sabelotodos y siempre tenían razón. De algún modo, es cierto. Cuando tengo una duda sobre algún dato, por ejemplo si olvidé los primeros 20 decimales de "Pi", le pregunto a cualquier alemán y me dice:
"No estoy completamente seguro pero creo que son...3.14159265358979323846"
Sin embargo, ya después de algunos años en este país, he comenzado a ver las fallas en la maquinaria alemana. No es cierto que lo saben todo y no es cierto que siempre tienen razón. Eso no significa que lo acepten y que uno se salga con la suya.
La gota que derramó el vaso después de 10 años fue la siguiente situación.
Iba en el bus de camino al trabajo. El 80% de las veces tomo el mismo bus. En una de esas ocasiones, timbré para anunciar que quería bajar en la estación habitual. Timbré y timbré y el autobús siguió su camino. Me acerqué al chofer, que era mujer, y le pregunté porqué no había parado donde le indiqué. Ella replicó:
"Yo nunca paro ahí porque ahí no hay parada, y por eso pregunté por el altavoz si alguien quería bajar ahí".
No escuché el altavoz del autobús porque traía audífonos.
Yo: "Pues no escuché su pregunta, sin embargo, yo he tomado esta misma ruta en, por lo menos, 200 ocasiones y siempre han hecho parada ahí. Además, entonces ¿para qué existe el timbre si no le hace caso?"
La mujer chofer no sabía que decir a mi argumento, su programa arrojó una excepción y entró en un bucle "loop" infinito:
"No sé, pero yo nunca paro ahí. Por eso pregunté si alguien quería bajar ahí"
"No sé, pero yo nunca paro ahí. Por eso pregunté si alguien quería bajar ahí"
"No sé, pero yo nunca paro ahí. Por eso pregunté si alguien quería bajar ahí"
...
Entonces le dije fuerte y claro: "Claro, siempre son los demás los culpables, ustedes nunca".

"No sé, pero yo nunca paro ahí. Por eso pregunté si alguien quería bajar ahí"
"No sé, pero yo nunca paro ahí. Por eso pregunté si alguien quería bajar ahí"
"No sé, pero yo nunca paro ahí. Por eso pregunté si alguien quería bajar ahí"
Seguía diciendo la mujer chofer.

Me bajé en la parada siguiente, sonriente, consciente de que había ganado una batalla. Los había expuesto, aunque nadie lo haya notado. Yo gané.

Thursday, February 05, 2015

el Apfelschorle


Cuando yo aún vivía en México, tenía otra imagen de Alemania en mi cabeza. Creo que la mayoría tiene la misma idea sobre ese país. Unos lo llaman "prejuicios", otros "prejuicios". Sea lo que sea, yo pensaba que en Alemania la gente era muy seria, vestía de negro, eran muy productivos y consumían muchos litros de la bebida típica: la cerveza.
Después de unos años pude constatar que en todo tenía razón, menos en una cosa: lo de la cerveza. Sí, toman mucha cerveza en Alemania pero no es la bebida más consumida ni más común. Antes de revelar cuál es la bebida más representativa del país teutónico, tengo que mencionar que aquí se toma, tal vez más que en cualquier otro país que yo haya visitado, más agua mineral que agua sin gas. Aquí existen más de 200 marcas de agua mineral.
También es importante mencionar que al alemán promedio no le gusta consumir cosas dulces o muy dulces. Así, degustan con agrado frutas cítricas o ácidas que, al menos en México, normalmente no se comen solas, como las moras, frambuesas, cerezas, etc. Y también se producen muchas manzanas de las que derivan productos como jugos, jaleas, pasteles, etc.
De estos datos, y en base a mis observaciones de campo, se desprende que a un ciudadano de la Bundesrepublik Deutschland (sin ascendencia extranjera) no le gusta tomar refrescos de cola (Fanta, Coca-Cola y otras aguas residuales por el estilo) y prefieren el jugo de manzana, de producción nacional. Sin embargo, éste puede llegar a ser muy dulce si se consume solo. Es por eso que se inventó el "Apfelschorle", que es una mezcla de agua mineral con jugo de manzana.
"Schorle", según datos que personalmente recabé en más de 5 Bibliotecas de la República Alemana, es un término que se usa desde el siglo XVI para denominar "una bebida refrescante producto de la mezcla de agua y otra bebida, por lo general, jugo de fruta".

Así, el Apfelschorle es la mezcla idónea entre agua mineral y jugos de frutas (contenido entre 55-60% de fruta y de 5 a 6 gramos de azúcar por cada 100 mililitros), y es además muy versátil. Por ejemplo, la consumen los deportistas por contener minerales y carbohidratos, fungiendo como bebida isotónica. Pero también es la bebida ideal para esa primera cita con algún desconocido o en una reunión de negocios, o simplemente como aperitivo para socializar. Un vaso con agua es demasiado arbitrario, mostrando así desinterés al interlocutor. Sin embargo, un Apfelschorle es más que agua pero menos que una bebida más fuerte como cerveza, que puede revelar habitos alcóholicos.

Si alguna vez querido lector, se encuentra usted en la apretada situación de una reunión con interlocutores alemanes en terreno teutón, pida que le traigan un "Apfelschorle". Le aseguro que los presentes aprobarán su buen gusto y conocimiento de las buenas maneras y costumbres alemanas.

Friday, January 30, 2015

la máquina del tiempo

Cuando uno busca trabajo, no necesariamente significa que está uno desempleado. Se puede buscar empleo para cambiar de aires, buscar desarrollo profesional, tener más ingresos o por deporte. En una ocasión yo estaba buscando trabajo, por razones que no interesa mencionar en este momento.
Envié solicitudes de trabajo a muchas compañías. Sé que es una mala práctica enviar cientos de solicitudes y no sólo concentrarse en dos o tres hasta esperar los resultados - como dictan las buenas prácticas alemanas.
Un día recibí una llamada, una voz femenina se identificó como personal de una empresa reclutadora de mano de obra calificada para la industria. Después de intercambiar saludos y hacer las presentaciones correspondientes, comenzamos a hablar de mi perfil profesional y experiencia en el campo de la automatización industrial. LLegamos al tema de los PLC´s (Programmable Logic Controllers) y me preguntó mi experiencia en el área. Le comenté que si bien no había trabajado constantemente con esos dispositivos, los conocía y había hecho un par de proyectos haciendo uso de ellos. En realidad, sólo había hecho algunas prácticas en la universidad y ya en el campo profesional sólo había hecho un proyecto, que explico a continuación.

Mujer al teléfono: "¿Puede elaborar más sobre su experiencia con el uso de PLC's? Tenemos un proyecto que podría ser de su interés".
Yo: "Bueno, en realidad no me he dedicado al uso de dichos dispositivos pero he hecho varias prácticas durante mis estudios universitarios y en el ámbito profesional si estuve a cargo de un proyecto haciendo uso de un PLC Siemens S7"
Mujer al teléfono: "Y ¿cuál fue ese proyecto?"
Yo: "Bueno, se trataba de una máquina que mi empresa quería llevar a la Feria de Automatización de Nürnberg, una de las ferias de automatización más importantes del país."
Mujer al teléfono: "¿Pero qué hacía esa máquina?"
Yo: "Bueno, una máquina de demostración para la Feria. Involucraba un PLC Siemens S7, varias señales luminosas, motores, un software de monitoreo HMI (Human-Machine Interface). Realmente la aplicación no es tan importante, finalmente una señal controla un dispositivo externo, ya sea una lámpara, un motor, una compuerta para una hidroeléctrica o desencadenar una guerra nuclear".
Mujer al teléfono: "Sí, pero necesito saber qué hacía la máquina que usted automatizó, necesito esa información"
Yo: "Como dije, la aplicación es realmente irrelevante, créame, yo soy el ingeniero, sé de lo que hablo..."
Mujer al teléfono: "¡Dígame QUÉ hacía la máquina!"
Yo: "Era una máquina de muestra simplemente. Era...era... era una máquina del tiempo"
Mujer al teléfono: "¿Qué? ¿Me está usted tomando el pelo? ¿Una máquina del tiempo?"
Yo trataba de explicarle pero me interrumpió diciendo:
"Lo siento pero estamos buscando candidatos más serios. Hasta luego". Y colgó el teléfono.

Desde ahora cuando me preguntan si tengo experiencia con PLC's simplemente digo que no. Aunque tal vez pierda buenas ofertas de empleo:
"Lo siento mucho, pero estamos buscando alguien con experiencia en máquinas del tiempo".

Thursday, January 29, 2015

no mann-chen

Esta mañana me encontré con una nota en el periódico local. En los juzgados de la ciudad alemana Dortmund se discute la posibilidad de tener no solamente "Ampelmann" (Hombre-Semáforo) sino también "Ampelfrau" (Mujer-Semáforo).
Para los que acaban de sintonizarnos en este planeta y no están enterados, el concepto de "Ampelmann" surgió en la Alemania Oriental (República Democrática Alemana) antes de la reunificación. Este símbolo sobrevivió la caida de la cortina de hierro y se ha convertido en un icono de la cultura alemana.
Desde hace unos años se viene dando en este país (tal vez más que en ningún otro) un fenómeno que yo denomino "la asexualización de la sociedad" y consiste en la llamada "Gleichberechtigung" - "Igualdad de género". Por ejemplo, en las escuelas ya no hay "trabajadoras" ni "trabajadores" de la educación, sino algo así como "trabajantes", que es un término más general y que no hace acepción de género.
Ahora quieren tener una "Ampelfrau" (Mujer-Semáforo). Yo me pregunto entonces ¿para qué existe el plural en la lengua? ¿No era acaso para denominar a un grupo en general sin importar el género? Sí, el plural es igual al género masculino, pero no creo que eso lo convierta en masculino.
Pero bueno, supongamos que las y los feministas o como se hagan llamar, tienen razón y debería hacerse algo para cambiarlo. Los alemanes, que siempre hacen todo bien (incluso cuando hacen algo mal, lo hacen bien), tienen un género neutro ("Das") además del masculino y femenino. De tal modo, podrían simplmente cambiarse los artículos de TODOS los sustantivos para hacer el idioma más justo.
La cuestión es si con eso estarían todos contentos. Ya imagino en un futuro no muy lejano, practicándosele cirugías a las personas y modificaciones genéticas a los embriones para que seamos todos de género NEUTRO.
Iba a decir que mejor se pusieran a trabajar y dejaran de estar pensando cosas, pero ya trabajan y mucho.

Friday, April 04, 2014

así no tiene chiste

Una de las cosas que más me podrían simpatizar de los usos y costumbres alemanes, es la cultura del "FKK - Freikörperkultur". No es ningún batallón o escuadrón militar ni el nombre de una máquina para separar partículas subatómicas. El término significa "nudismo".
Y digo que me podría simpatizar porque en realidad no tiene chiste.
Para ilustrarlo, una anécdota.
En una ocasión, en uno de esos veranos excelentes que duran 2 semanas en este país, fui a un balneario con amigos. El balneario no era nudista.
Encontramos un lugar, nos instalamos y nos quitamos la ropa para quedar sólo en bañador. Tomábamos el sol.
Una amiga de muy buen parecer se quitó la ropa ahí mismo y se acostó boca abajo. Un amigo italiano estaba a su lado, sentado. Yo al frente. El tipo y yo nos miramos con ojos muy grandes y sonreímos. Después la chica desató la parte superior de su bikini para evitar que la línea del sostén se marcara. El italiano y yo esbozamos otra sonrisa que nos hacía cómplices e hicimos la broma imaginaria de llamar a la chica o gritar "¡Fuego!" para que se levantara súbitamente y quedaran al descubierto sus pechos, que a mi parecer no eran grandes pero podrían ser sensuales.
Nos reímos en secreto.
Cuando la chica despertó, se volteó quedando boca arriba y con el bikini aún desatado. El amigo y yo nos miramos e hicimos la broma de jalar el sostén súbitamente para descubrir aquellos pechos que nos imaginábamos. Pero era sólo imaginario, eso no pasa en la realidad.
Después, la chica volvió a despertar y en un abrir y cerrar de ojos se quitó el sostén y se sentó, justo como estaba sentado el italiano. Los pechos colgaban. Luego, ella preguntó en un tono normal y trivial: "¿Está fría el agua de la piscina?". Actuaba como si no hubiera pasado absolutamente nada. El italiano y yo nos mirábamos. "¿Ya? ¿eso fue todo? estuvimos esperando este momento y ahora que llegó... ¿qué?" - pensábamos, al menos yo y estoy seguro que él también.
Los pechos no eran tan sensuales ni fue tan emocionante el hecho de que nuestro sueño vulgar e infantil se hiciera realidad. El acto perdió su chiste.
Luego, la amiga se puso el sostén, se levantó y se fue caminando hacia la piscina. Ni ganas me dieron de voltear a verle las nalgas. Estaba decepcionado.

Creo que desde entonces ya no me atraen las mujeres desnudas en este país. Se desnudan sin chiste, sin aspavientos, sin pena. Si así era el paraíso antes de que Adán se comiera la manzana, debió ser un lugar muy aburrido.

Wednesday, April 02, 2014

con razón

Recién regresé a Alemania de un viaje a México.
Desde que abordé el avión en París rumbo a Düsseldorf me sentí ya de regreso. Gente seria leyendo diarios serios, respondiendo correos electrónicos o revisando su agenda en sus computadoras portátiles, etc. A la salida del aeropuerto miré gente (visitantes) tratando de comprar un boleto para el tren en unas máquinas que tienen el sistema más complicado del mundo de tarifas. "Que dios o alguien los bendiga y los ilumine para realizar semejante tarea".
En el andén alcancé a escuchar a una persona que llamó a alguien por teléfono para avisarle "que llegara 4 ó 5 minutos tarde" porque el tren tiene retraso y "que se tome su tiempo", o sea, 4 ó 5 minutos máximo.
Ya en casa, me topé con un artículo que, porfavor concédaseme esta aseveración, sólo podía haber encontrado en Alemania: "Cuánta irracionalidad necesita/soporta el hombre?".
En él se describe la investigación de profesores y más profesores que intentan definir cuánta irracionalidad se puede permitir el hombre antes de caer en lo tonto.

Me vinieron a la mente vagos recuerdos de mis vacaciones en México; como aquella ocasión en que fui al correo y estaba cerrado, mostrando un letrero que marcaba la hora de regreso del encargado: 15:30h. Cuando volví a las 15:39h, el reloj ya marcaba las 07:00h del dia siguiente.
O aquella otra situación en la que en un restaurante ordené una "Sopa de pollo" y al pregutnarle a la mesera si la sopa contenía "pollo" me dijo que no, que si quería una sopa con pollo, ordenara la "Sopa Especial".
O qué decir de cuando durante el desayuno en una lonchería al pedir un "Joghurt con granola" me lo trajeron sin granola "porque a la mayoría de los clientes no les gustaba con granola".

Sería todo aquello lo suficientemente irracional como para ser tonto?

El artículo cerraba con la declaratoria: "es bueno que haya irracionalidad en la vida, sino sería aburrida y robotizada".

Este texto lo escribo después de haber regresado de una caminata en el parque donde leí 19 letreros con leyendas prohibitivas, entre el que destacaba:
"Prohibido acercarse a la cerca. Mantenga una distancia mínima de 1.1 m".
0.1 m son 10 cm! A mi me parece un letrero tonto. Demasiada racionalidad es tonta.

Wednesday, November 06, 2013

guerra y pasteles

Hace poco leí un artículo sobre 10 cosas típicas de los alemanes, de las cuales coincidí con 8. Sin embargo, agregaría por lo menos otras 10. No todos, pero sí mucha gente, conoce la historia del país germano. Tiene un pasado duro y no ha sido fácil dejar atrás el fantasma de no una, sino dos guerras "mundiales" (cuando el mundo era Europa y Estados Unidos mmhhh... cualquier parecido con la actualidad es mera coincidencia).
Dos cosas típicas de la Alemania son las bombas y los pasteles. En menos de una década que llevo en este país, me ha tocado vivir de cerca por lo menos 5 evacuaciones por alerta de bomba. Y no es cuestión de terrorismo. Es cosa común encontrar una bomba de la época de la segunda guerra mundial enterrada en el jardín o un terreno deshabitado, durante excavaciones para realizar una construcción.
Me imagino las charlas que se llevan a cabo en diferentes hogares de la ciudad.
Rudi: "Lothar, ¿qué haces el fin de semana? ¿vamos a correr un rato?"
Lothar: "Mmmhh pero a partir de las 4, porque a medio día voy a desactivar una bomba de la segunda guerra mundial"
O en la oficina:
"¡Buenos días muchachos! feliz día de desactivación de bomba de la segunda guerra mundial"

Los pasteles. Sí, los pasteles son otra cosa típica de este lugar. Bueno, en realidad no los pasteles en sí, porque en todo el mundo se han de consumir pasteles. Es más el hecho de hornear el pastel lo que es típico. Es muy común llegar a la oficina o lugar de trabajo o simplemente al visitar algún conocido o familiar, y encontrarse con un pastel horneado por la persona misma que lo ofrece, sea el jefe, el empleado, el comandante de la Luftwaffe o quien sea.
Las charlas anteriores se podrían complementar de la siguiente manera:

Rudi: "Lothar, ¿qué haces el fin de semana? ¿vamos a correr un rato?"
Lothar: "Mmmhh pero a partir de las 4, porque por la mañana voy a hornear un pastel y a medio día voy a desactivar una bomba de la segunda guerra mundial"
O en la oficina:
El jefe: "¡Buenos días muchachos! feliz día de desactivación de bomba de la segunda guerra mundial. Traje un pastel que horneé ayer, sírvanse."

Thursday, March 28, 2013

inteligencia artificial


Hace tiempo comenté ya, o mejor dicho, reporté ya la necedad del ciudadano alemán promedio. No los culpo ni los acuso yo, sino todo el mundo jejeje. De algún modo es algo simpático.
Por ejemplo recuerdo aquella empleada de la Deutsche Bahn (ferrocarriles alemanes) que se negó a contestarme cuando le pregunté si mi amiga que tenía que abordar el tren podía tomar el siguiente con el mismo boleto. Me miró con esa cara típica del Tercer Reich y verraqueó: "El tren está a punto de partir. ¡Aborde el tren, ahora!".
Yo: "Pero no me ha contestado mi pregunta... ¿puede mi amig...". Me interrumpió la bestia con su gruñido subido de tono repitiendo la misma cosa. Ante tal situación no le quedó más remedio a mi amiga que abordar el tren y a mi conformarme con haberla saludado 30 segundos. Y todo por la mal programada inteligencia artificial de la empleada. Está bien, me rendí pero no sin antes gritarle en su cara a la necia (en su idioma obviamente para que no hubiera malos entendidos):
"¡¡¡Usted es una estúpida máquina!!!". No me dijo nada y ni se inmutó. Yo creo que para ese mensaje no le programaron en su base de datos respuesta alguna.

O qué décir de aquella otra amiga a la que le cobraron una multa por viajar en tren con un boleto incorrecto, aunque más caro que el que debió comprar. La empleada también le replicó en repetidas ocasiones:
"No me importa si su boleto es más caro, no es el indicado para este trayecto. Tiene que pagar multa."
La amiga se defendía: "Pero es que... mire, le explico... tenga sentido común...".
Nada. Imposible usar la razón con esas máquinas.

Pero he de decir, casi con agrado, que recientemente en México me sucedió algo similar.
Bajé del tren que conecta el D.F. con el Estado de México y que es administrado por una empresa española (a pesar de las reiteradas ofertas de consorcios mexicanos por construir ese trayecto ferroviario). Yo venía del aeropuerto con una maleta de 22 kg y no pretendía subir las escaleras con tal bulto. Me dirigí al ascensor a pesar de la leyenda que se leía en la parte superior de la puerta: "Uso exclusivo para señores de la tercera edad y discapacitados".
No me considero ni anciano ni discapacitado pero si me parece razonable usar el ascensor para subir una maleta de 22 kg.
Súbitamente se apareció un vigilante para impedirme el paso.
"Señor, el ascensor es de uso exclusivo para ancianos y discapacitados. Use las escaleras".
Yo: "Pero, es que traigo una male...."
Vigilante: "No me interesa señor, no puede usar el ascensor"
Yo: "Pero..."
Vigilante: "No"
Yo: "¿No le parece ridículo? La estación está completamente vacía, soy la única persona que se encuentra en el andén"
Vigilante: "No me importa si es ridículo o no"

Antes de empezar a enojarme y argumentarle, en mi idioma, me reí y me acordé de todas aquellas veces que me hicieron lo mismo en el país teutón. Sólo pensé: "Qué alivio saber que también hay idiotas necios en mi país". Pero seguramente lo harán por proteger su empleo, el germano lo hace por placer de ejercer su voluntad.

El colmo de todo esto es que otro día, cuando el tren iba lleno de gente, entre otros, muchas señoras con bultos enormes que venían de hacer sus compras en la ciudad (mercado, ropa, juguetes, veladoras...). Apenas se abrieron las puertas del tren, salieron las señoras corriendo hacia el ascensor. El mismo vigilante también se acercó e intentó bloquearles el paso pero las señoras arrasaron y lo ignoraron. No le quedó más remedio al tipo que hacerse a un lado y resignarse.
Yo observé la escena desde las escaleras, sonreí y me di la vuelta. El que la hace, la paga.
Tal vez en Alemania hubiera venido un comando a sacar a las señoras del ascensor para enviarlas a campos de trabajos forzados. ¿Quién sabe? Tal vez no...

Thursday, September 27, 2012

pinches güeyes

A veces voy a almorzar a un comedor que está del otro lado de la calle del edificio donde trabajo. No me gusta ir porque a la hora de escoger la comida no entiendo los textos manuscritos del menú que cuelga en el mostrador. Luego, cuando me preguntan qué quiero comer se enojan los cocineros porque no les respondo rápido qué quiero comer. Finalmente, como lo mismo de siempre (siempre hay la misma cosa de comer).
Cuando salgo de trabajar y espero el bus para ir a casa, me encuentro a los cocineros que también terminan su jornada.
Los veo salir del comedor y pienso: "Ahí vienen esos güeyes... esos PINCHES güeyes...".
Y ahora que lo pienso, eso de PINCHES les queda ad hoc.

Cruzamos una mirada y nos saludamos. Bueno, ellos me saludan, porque para mi todos ellos se ven igual. Pinches güeyes.

Sunday, September 16, 2012

huevones

Un día domingo por la mañana hace como 10 años me encontré en un supermercado mexicano (lo nombro así a secas para no hacer publicidad gratis) a un señor que fue por sus tortillas, supongo yo, para desayunar. Lo impresionante para el público alemán que me lee ya lo dije: sí, los supermercados están abiertos en domingo. Para el resto del mundo hispanoparlante que me lee, continúo la historia.
El señor, al parecer iba en bata de dormir. No lo podía creer y me acerqué un poco. Sí, el caballero vestía una bata de dormir color café, una pijama a rayas y pantuflas de color café tambien. No recuerdo si llevaba calcetines, pero muy probablemente sí.
Le admiré y con la boca torcida hacia abajo pensé: "¡Qué señor tan cool! relajado, sin problemas se sale a la calle y en el mejor de los casos conduce su auto hasta el súper para comprar sus tortillas en domingo; en peor caso, viene a pie y en el pésimo, en transporte público". Aún "en voz" más baja pensé: "Qué agallas tiene ese tipo".

10 años después, al filo de las 09h34 de la mañana de un Domingo 16 de Septiembre del 2012 y a punto de sentarme a desayunar con mi enamorada (iba a decir "novia" pero chéquense la definición de la Real Academia Española aquí) en algún lugar de Alemania, nos dimos cuenta de que no teníamos leche para beber con el café. Nos miramos a los ojos y me dijo:
"¿Vas por leche a la "tiendita de la esquina"?".
Yo: "¿Yoooo?".
Luego ella reparó un par de segundos y agregó:
"No, mejor voy yo. Tu andas muy cómodo en pijama, bata y pantuflas. Tendrías que cambiarte de ropa...".
Yo: "¡Bah! ¿y eso qué importa?. Me cambio rápido".
Ella: "No, no te cambies, yo voy... o a menos que... vayas así como estás".

En ese momento hice la broma de tomar mis llaves y dinero y salirme del departamento, para luego regresar en breve.

Ella: "Nooo.. no te atreves ¿verdad?"

En seguida me vino a la mente la imagen de aquél épico personaje del supermercado en México. Pensé "en voz" muy baja: "Yo también tengo huevos. Eso de salir en bata a la calle es de GRANDES".

Di la media vuelta y salí sin vacilar del departamento. Bajé las escaleras, salí a la calle. Un tipo en la calle se rio al verme, la chica de la tiendita no paraba de sonreír y contener la risa, a pesar de mi tono extremadamente serio al pedir 2 litros de leche bien fría. La gente que pasaba en sus autos también sonreía al verme.

El café sabe mejor con leche.

La verdad yo creo que la gente se reía mientras pensaba:
"Je je je qué tipo tan iluso, espero no vaya a buscar víveres para el desayuno. ¿Acaso no sabe que los supermercados están cerrados en domingo?"

felicidad pírrica

El capitalismo se basa, entre otras cosas, en la competencia. La sociedad alemana es una Leistungsgesellschaft, como ellos mismos, o mejor dicho, sus críticos la definen. Es decir, una sociedad de competencia, en la que la vida misma es una competencia. Se compite por ser el bebé más bonito, el más pesado, el más feo, el más grande. Luego se compite por ser el mejor en la escuela, obtener el mejor promedio para poder tener acceso a la mejor universidad, para así poder tener la pareja más codiciada, más apuesta, más atractiva, más reconocida en sociedad, para poder tener un salario más alto que el vecino y tener un auto más grande y más rápido. Incluso se compite por ser el menos alemán, por alguna razón en este país entre menos typisch deutsch sea una persona, mejor.
Sin embargo, también se compite por ser el más desgraciado, ser la víctima de más injusticas que el de al lado, ser el más compadecido de todos por tener más enfermedades que todos o tener la peor depresión.
Por ejemplo, hace poco tuve el gusto de presenciar en el metro cómo dos personajes se peleaban por el asiento para discapacitados. Fue así: se abrieron las puertas del metro y un tipo se subió y le pidió a la persona que estaba sentada en el asiento para discapacitados que se levantara puesto que él era discapacitado con aprobración del estado. Desde su asiento el personaje número 2 replicó "¿qué te pasa? si yo también soy discapacitado, ¿quieres ver mi acreditación?". De la boca de ambos emanaba un fuerte aliento alcohólico, como dato.

Esta foto la tomé de un diario alemán de poca circulación. Un artículo en el que informan que "...la gente del norte de Alemania es la más feliz, de acuerdo al estudio "Atlas de la Felicidad 2012", seguidos por la gente de Hamburgo y Düsseldorf...".

No supe si alegrarme por los del norte por ser los más felices de todos o por los de Hamburgo por ser más felices que los de Düsseldorf o sentir pena por los de Hamburgo porque no son "los más felices del país" o por los de Düsseldorf que no son más felices que los Hamburgo. O de plano entristecerme porque al parecer donde yo vivo la gente no es tan feliz como para figurar en esa lista.

¿Se podrá ser feliz sabiendo que se compite por el título de "El más feliz"?

Como dicen en mi tierra: ¿Qué onda?

Tuesday, August 21, 2012

frisbee para solitarios

Dicen que Fred Morrison inventó el Frisbee (el tipo que aparece en la foto). No me consta, pero seguro que lo hizo pensando en que fuera una actividad recreativa en grupo.
A mi me gusta jugar al frisbee pero hacía mucho que no lo practicaba porque no tenía uno ni tenía con quien jugar, además de que el clima aqui casi nunca es propicio para actividades al aire libre.
Pues un día de esos en que sí se podía hacer algo al aire libre fui a un parque con unos amigos. Ahí, tirado en el cesped contemplaba el cielo y los árboles mientras a ratos le daba lectura a una recopilación de los mejores trabajos del filósofo alemán Nietsche (¡ah que bien me cae ese tipo! no lo querían sus contemporáneos porque decía verdades tan secas que ni los alemanes las soportaban... en fin).
De pronto en la cúpula de un árbol vi un objeto color rosa. Interrumpí mi lectura, me levanté y al acercarme me di cuenta de que se trataba de una especie de frisbee... un "Astonishing Flying Ring" para ser exactos.
Después de haber dejado varas, mis zapatos y hasta los de un amigo entre las ramas de los árboles, logré bajar el frisbee rosa, y los zapatos después.
¡Es una cosa increíble! Deberían probarlo. Esa tarde y otras más me divertí mucho con ese objeto volador.
Cuento esto porque el otro día que salí a correr mis 42.5 km de costumbre, pasé por ese mismo parque y vi a un tipo, un pobre tipo, jugando al frisbee solo. Solo, completamente solo. Lanzaba el frisbee y corría hasta donde había aterrizado y lo volvía a lanzar.
"Estos alemanes... prefieren jugar solos que buscarse un amigo" - pensé. Además su frisbee era de los convencionales. Sin embargo, también pense que de haberse tratado de un "Astonishing Flying Ring" hasta yo hubiera jugado solo. Me cae.

Saturday, May 19, 2012

por una @

De mis hermanos, el primero en realizar viajes prolongados fue mi hermano mayor. Llegó un momento en que se había convertido en un ser electrónico, en una dirección de E-mail.
Una vez se enojó porque a su regreso después de muchos años de no verlo (como 1 o 1.5) le pregunté:
Yo: "Ah caray, ¿tu eres hermanodejosue@yahoo.com?".
Hermanodejosue@yahoo.com: "Mmhh... si".
Yo: "A ver ¿dónde está tu arroba?" - al mismo tiempo que lo inspeccionaba.


Friday, May 18, 2012

nada es lo que parece



Una vez, al filo de una lúgubre media noche, mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido, inclinado sobre un viejo y raro libro de Ingeniería de Audio, leía sobre el oído. Quise compartir mis elocubraciones en este blog.
La percepción del sonido en el cerebro es un fenómeno muy complejo, casi metafísico. Un aspecto que me llamó la atención fue la aprehensión de la distancia de un fenómeno auditivo. Explico. Para determinar la distancia de un fenómeno acústico, digamos, una persona cantando dentro de una iglesia, el oído emplea básicamente los cambios de volúmen y espectro de frecuencia.
Sin embargo, también juega un papel importante la experiencia y expectativa de la persona. Así, al aire libre, las fuentes de sonido nos parecen mucho mas cerca de lo que en realidad están. A más de 3m este error de percepción se incrementa hasta que por ejemplo, a 10m de distancia, la fuente de sonido parece estar a sólo la mitad de distancia.
El susurrar nos parece mucho más cerca y los gritos más lejos de la distancia real a la que se generan.
La vista corrige en parte este fenómeno. En Audio, se distingue entre "Evento sonoro" y "Evento auditivo". El primero es la generación del sonido en sí, el segundo es el fenómeno auditivo que ocurre en nuestro oído, desde que las ondas sonoras llegan al pabellón auricular y hasta que nuestro cerebro las interpreta.
Análogamente el ojo también ve lo que "cree" que ve, o mejor dicho, ve lo que puede ver, incluso, lo que "quiere" ver. Nunca lo que ES.

Mi conclusión es que es verdad que percibimos la realidad como queremos y no como es. Antes de emitir un juicio hay que tomar en cuenta que nuestros sentidos nos juegan bromas macabras a todo momento.

“Es un visitante a la puerta de mi pabellón auricular
queriendo entrar. Algún onda sonora visitante
que a deshora a mi oído quiere entrar.
Eso es todo, y nada más.”