el josué

Saturday, April 28, 2018

como pagas, te tratan

Un sábado en la mañana me desperté con ganas de ir a jugar basquetbol, luego me dieron ganas de jugar fútbol americano, leer y luego de tocar la guitarra. Entonces decidí ir a un parque que me gusta mucho y que hace tiempo no había visitado. Como no pude decidirme de qué tenía más ganas de hacer, salí con una guitarra, una pelota de basquetbol, un balón de fútbol americano y un libro. Iba cargadísimo en la bicicleta.  Como no quise perder el momentum con el que desperté, salí sin desayunarme.  Cerca del parque hay una cafetería y un supermercado. "Ahí compraré algunos víveres, frutas, agua y un café" - pensé. Aquí comenzó a hacer su anti-magia la física cuántica.  Me dí cuenta de que no tenía dinero en efectivo y tendría que pasar a un banco a retirar dinero. Mi banco está muy lejos así que decidí pagar el precio de retirar dinero en otro banco: 4.75 EUR. "Va, juega" - me dije a mí mismo.  El cajero automático me dió un billete de 100 EUR.  No es que me quiera quejar de tener 100 EUR a mi disposición pero de inmediato supe que tendría problemas para pagar con un billete de tal denominación.  Incluso pude ver y escuchar a la cajera del establecimiento que fuera maldiciendo o maldiciéndome al recibir ese billete de mis manos.  Y en ese momento recordé una situación muy similar que tuve el agrado de presenciar en México. (Relato que puede usted lector disfrutar aquí).
Llegué a la cafetería y al supermercado.  No me atreví a entrar a la cafetería y pagar un café con ese billete. Me pareció más prudente comprar mis víveres en el supermercado y tratar de gastar lo más posible, mesuradamente.  Pagar en la caja de un supermercado en Alemania es una experiencia bastante fuerte, cargada de emociones muy negativas, digamos que es un tema complicado y que trataré en otra ocasión.
Cuando puse mis productos sobre la banda transportadora comenzó a subir el nivel de adrenalina en mi sangre. Hice una cuenta rápida mentalmente y me alarmó que gastaría solamente alrededor de 3 EUR. En ese momento pensé que tal vez el café me hubiera costado más si lo pedía extra-grande y con todos los jarabes asquerosos que le ponen para incrementar el precio.
No había marcha atrás, la cajera me saludó. Yo le respondí el saludo carraspeando y con voz temblorosa. "Ni tan buenos días... ya verás" - pensé en ese momento.  Sabía que se avecinaba una ola de emociones negativas. Maldije la física cuántica porque desde que el cajero me dio ese billete sabía lo que estaba a punto de suceder o tal vez yo induje esa situación. Lo se. Yo me metí en esa situación tan indeseable.
"Son 3 euros con 25 centavos" - dijo amablemente la cajera, una señora alemana de unos 45 años, descuidada y con sobrepeso, pero que pudo haber llegado a ser más educada y guapa en su juventud si se lo hubiera propuesto.
Acto seguido, saqué mi billetera (que ya la tenía preparada porque si no... lo explicaré en otra ocasión) y en el momento de sacar el billete de 100 EUR como un perro con la cola entre las patas le dije: "Disculpeme pero solo tengo este billete grande, así me lo dio el cajero automático".   El tono amable de la cajera se desvaneció y desapareció en el limbo de las buenas maneras y costumbres y gritó (literalmente):
"Oh noooo, ¿en serio? ¿no tienes otro billete más chico? ¿o una tarjeta bancaria? ¡¡¡boooaaaahhh!!!". 
La insolente y malcriada me puso en ridículo frente a todas las personas que esperaban en la fila.  Yo se que en realidad no tiene nada de malo y como no tenía ganas de argumentar tan temprano y tratar de convencer a una bárbara que no se enteró que después del descubrimiento del fuego el cerebro del homo-erectus creció y se civilizó. En fin, me limité a tragarme los insultos y a pasar el trago amargo intentado que no me afectara mis ánimos de jugar basquetbol.
Lo único que si le dije fue:  "¿pero cuál es el problema? 100 EUR no son mucho dinero hoy en día".
A lo que me respondió: "el problema es que te tengo que dar mucho cambio". 
Ese fue su argumento y su justificación para maltratarme psicológicamente. En realidad si llevaba una tarjeta bancaria, pero lo único que quería era cambiar el billete para poder comprarme un café sin jarabes asquerosos de caramelo. 
Guardé mis tres bananas, mi botella de agua y mis galletas y le di las gracias a la cajera.  Obviamente no me respondió y ni adiós me dijo. 
Sabía que me lo había merecido.  Cuando el siguiente cliente pagó su cuenta sabía que la cajera le agradecería por su compra y le desearía un buen día, puesto que ella había pagado con un billete más chico, como debe de ser.  Y así fue.  La armonía se había restablecido en la Caja #3 de aquél supermercado.  Me sentí tan mal que ya ni me compré mi café. 

No cabe duda que es verdad el dicho de "como te ven, te tratan" o lo que es lo mismo "como pagas, te tratan".

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