el josué

Friday, January 01, 2016

mucho ruido y pocas nueces

Hace mucho que dejé de celebrar fiestas, como La Navidad, en familia. Por eso es que busco la forma de hacer de esa fiesta de origen pagano (cuyo significado original es realmente motivo de celebración cuando se vive en estas latitudes donde el sol en invierno sale muy tarde y se pone muy temprano) algo interesante o diferente. Por motivos que no me interesa mencionar, me encontraba en vísperas de Navidad en la cocina de un departamento en uno de los barrios más tradicionales de la ciudad de Varsovia, Polonia.
Me preguntaron si quería llevar algún plato típico mexicano a la cena de Navidad a celebrarse en dicha ciudad con mis anfitriones.
"No" - pensé.
"Podría ser..." - dije.
En menos de lo que duró la Blitzkrieg para ocupar Varsovia me encontraba en el supermercado comprando los ingredientes para hacer una ensalada que solía hacer mi madre en casa para la Navidad. Una ensalada de zanahorias con crema, joghurt, piñas, pasas y NUECES. Ya casi tenía todos los ingredientes en la canasta. Parado en un pasillo y sosteniendo en mis manos un paquete de nueces partidas y listas para consumir, se acercó mi acompañante y anfitriona y me dijo que no era necesario comprar nueces puesto que ella tenía en casa muchas, enteras. Yo la miré unos instantes a los ojos y con esa intuición que me dio la naturaleza (y a la que procuro escuchar más día con día) sabía que algo terrible iba a suceder. Me imaginé lo peor: nueces cerradas, enteras, duras.
"¿Tienes la maquinita para abrirlas?" - pregunté.
"Si, claro" - respondió.
Me imaginé algo peor que lo que me había imaginado antes: nueces cerradas, enteras, duras y una máquina que no servía.
Mirá el paquete de nueces, la volví a mirar a los ojos. No le hice caso a mi intuición y dejé el paquete de nueces en la estantería. Después de todo había ido en busca de la aventura.

Regresamos al departamento. Ella también necesitaba nueces para algún postre que preparaba. Me pidió que partiera una nueces para ella y de paso para mi ensalada. Accedí y pregunté: "¿Dónde están las nueces y la maquinita para partirlas?".
Me dio una máquina de madera que consistía en un cilindro donde se coloca la nuez y una barra con cuerda que se atornillaba en el cilindro con el que se trituraba la nuez para partirla. En sí, la idea no es mala, pero el material, la madera, genera mucha fricción además de que es dificíl hacer piezas de precisión que tengan poco juego y sean eficientes. No dije ni una palabra e intenté partir las nueces. La máquina se trababa al tratar de romper la nuez, producto de la fricción como ya mencioné, aunado a los trozos pequeños que se colaban en la rosca del mecanismo. Maldije y en mi mejor tono sarcástico, pregunté: "¿Acaso es francesa esta máquina?".
"No, es polaca" - me respondió.
Ya no sabía qué era peor.

Debo confesar que por un momento, tan sólo un instante, eché de menos Alemania y sus máquinas eficientes. Era más fácil romper la nuez con la mano que con esa máquina. Desistí y pregunté si tenía un molcajete (del náhuatl mulcazitl - mortero). Hay dos cosas que realmente odio: las tareas absurdas y la tecnología que no funciona adecuadamente.
Los lóbulos frontales de mi cerebro se activaron y rescataron aquél recuerdo del paquete de nueces pelado por algún chino (de esos chinos que pelan una tonelada de nueces por 1 euro al día). Maldije.
Mi intuición me maldijo. La anfitriona no sabía para qué quería el molcajete. "No preguntes" - dije.
Comencé a golpear violentamente las nueces. Los pedazos salían volando por toda la cocina. Se había vuelto un asunto personal. De cada nuez rescataba un 50-60% del producto. El resto se quedaba atrapado en la cáscara o triturado en el molcajete.
Entonces comprendí el dicho "mucho ruido y pocas nueces". Seguramente alguien pasó por la misma situación y tuvo que partir nueces con un molcajete o algún artefacto similar.
Cuando había reunido la cantidad suficiente de nueces para su platillo dejé de trabajar.
"¿No vas a partir nueces para tu ensalada?" - me preguntó.
"Mañana" - respondí.

Al otro día mientras ella fue a trabajar, yo fui al supermercado y compré un paquete de nueces partidas. Fui a casa y preparé mi ensalada. Abrir el paquete de nueces y agregarlas a mi ensalada no fue tan difícil. A los comensales les gustó mucho la ensalada. La llamé "Ensalada Sanchez's Special".