el josué

Sunday, June 28, 2009

Россия



En un desplante de locura y osadía decidí visitar la Federación Rusa por 9 días. Había escuchado muchas historias inverosímiles y leyendas urbanas sobre la burocracia, las mujeres exquisitas, los hombres feos y locos, los accidentes automovilísticos, los paisajes hermosos y temperaturas insolentes. Entonces pensé que sería justo formarme una imagen propia sobre el país con 11 husos horarios diferentes.

Acudí a la embajada de Rusia en Alemania a tramitar mi visa:
Burócrata: "Son 117 Euros".
Yo: "¿Cómo es posible si en México el mismo trámite cuesta sólo 35?"
Burócrata: "Entonces se puede regresar a México para obtener su visa alla"

Por un momento me sentí ya en Rusia. Me enojé y fui al edificio contiguo a pagar. Como era una suma mayor a 25 Euros sólo se podía pagar con tarjeta de crédito y se cobra una comisión de 1 Euro (sin mencionar que ningún trámite en la embajada cuesta menos de 25 Euros).

De todo lo que habría de vivir después estando ya en Rusia, hubo un hecho que marcó mi experiencia con la ex-Union Soviética. Y no fue precisamente el haberme encontrado al Huracán Ramírez en la Plaza Roja de Moscú, ni haber conocido a gente bastante cálida, amable e interesante, ni el haber escalado por unos andamios la fachada de un edificio de 7 pisos para contemplar el atardecer en San Petesburgo, ni haberle dado una clase de harmónica a un vagabundo que se me acercó en un parque al escucharme tocar con unos amigos, ni mucho menos el haber sido huésped del Vice-consul de Filipinas en Moscú durante 4 días, ni haber escuchado el canto de un coro dentro de la Catedral de San Basilio; sino lo que sucedió cuando fui a recoger mi visa transcurridos 7 días hábiles desde el primer trámite:

En la puerta del consulado, un empleado me preguntó:
- "Joven, ¿trae teléfono celular?"
Yo, extrañado porque no me habían hecho esa pregunta en mi primera visita, respondí:
- "Sí, ¿porqué?"
El guardia y una señora detrás de el respondieron:
- "No puede pasar con teléfono. Lo tiene que dejar afuera, o si quiere, puede dejarlo en el puesto de café que está aquí afuera"
Lo único que le faltó decir para completar la frase fue: "...que es el negocio de mi comadre".

Fui al puesto de café.
Yo: "Hola. ¿Puedo dejarle encargado mi teléfono un momento?".
La encargada (con unos ojos preciosos, sin duda, rusa) sonriendo cínicamente: "Sí joven, pero cuesta 1 Euro".
Yo: "¿Qué? ¿Después de todo lo que me han cobrado por la visa aun tengo que pagar 1 Euro para dejar mi teléfono aquí?".
La encargada: "Si quiere puede volver a intentarlo".
Yo: "No, está bien. Le pagaré el Euro y no quiero volver a saber jamás sobre el asunto".

Regresé a la entrada del consulado y me preguntó el empleado con una risa cínica:
"¿Qué tal joven, ya no trae teléfono?"

Me limité a responder con un "No" a secas. Recogí mi pasaporte y mi visa y abandoné el lugar. Como dirían los rusos: "Well, it's Russia".