el josué

Friday, July 18, 2008

highway to hell



El fín de semana pasado me invitaron (en realidad "me invitó" - una amiga mexicana) a un campamento organizado por la Iglesia Evangélica de Alemania. Titubee al tomar la decisión de asistir por lo siguiente:
Por un lado, no me gusta que me quieran convencer de la existencia de un dios que cree en el dinero, al que no le gustan las mujeres y desprecia la mejor música del planeta.
Sin embargo, me divierte plantear preguntas irreverentes a los creyentes y a las que, de antemano se, no pueden responderme a ciencia cierta.

Decidí, pues, asistir. Salimos temprano rumbo a un pueblo donde recogimos a Michael "Mike". Un tipo de unos 35 años, medio calvo, rechoncho, de lentes y que olía a sudor.
En un momento adecuado le pregunté a Mike, que en ese momento, se comío una banana entera de dos bocados:

"Mike, te tengo una pregunta. Supongamos que me muero y que me voy al cielo. ¿Seguiré siendo el mismo allá en el paraíso o perderé aspectos de mi personalidad?"

- "Bueno...(con voz titubeante) supongo que no somos los mismos, cambiamos un poco. Si, serías diferente".

"¡Pero qué pena! Porque si a mi me fascina comer bananas en la Tierra, me entristecería mucho el no poder comerlas en el cielo. Si por llevar una vida santa en este mundo terrenal, el premio es no poder comer bananas por el resto de la eternidad, entonces prefiero irme al infierno. ¿Qué hay de malo en comer bananas?"

Mike no pudo agregar nada. El, balbuceaba. Yo, sonreía.

Llegamos al campamento. El líder explicó el itinerario para las siguientes 24 horas casi con una precisión de militar. Después de remar casi 4 horas en kayak, llegamos a un lugar donde acampamos. Armamos las tiendas y comenzamos a asar carnes y
salchichas. Comíamos. De pronto vi que alguien tocaba una guitarra. Me acerqué y lo escuché atentamente. A su vez se acercó una mujer (la dueña de la guitarra que hacía unos momentos lo había enfatizado: "es MI guitarra") y le preguntó al niño que si podía tocar leyendo de un cancionero. El niño dijo que no y yo agregué:
"Pero si quieren, yo si puedo hacerlo. Y lo haría con gusto".

Le arrebaté la guitarra al infante y comencé a tocar. Me pidieron canciones mexicanas y se las toqué. He de reconocer que me mostré muy escéptico ante tal auditorio de la Iglesia Evangélica. Pero quedé sorprendido cuando alguien me preguntó, en tono de broma:
"¿Puedes tocar "Highway to Hell" (de AC/DC) como preparación para la misa de mañana?". Después cantamos canciones de todo tipo, casi me sentí en una reunión con gente "normal".

A la mañana siguiente, los casi 50 miembros de la iglesia, menos mi amiga mexicana y yo, también mexicano, asistirían a una misa en una iglesia local. Mientras se alejaban del campamento le grité a un grupo de chicos:
"¡Hey muchachos! envíen saludos a dios de mi parte". - Voltearon a verme y me echaron una mirada reprobatoria.

Me sentí mal. Eran los creyentes más cool que había conocido y los hice víctimas de sarcasmo mordaz. :(