el josué

Friday, March 20, 2015

hasta en la sopa

Ya estoy harto. Escribo esta historia en parte como terapia, pero también para denunciar a las fuerzas del destino. Sin embargo, creo que pago por mi sarcasmo e ironía, mi penitencia.
Hay un cabrón, que es mi jefe, al que no soporto. A veces me siento en una historia de Edgar A. Poe. Es como aquél gato negro que vuelve loco al personaje de la historia. Sin embargo, este tipo no es ni estridente, ni molesto; tampoco irrespetuoso ni entrometido. Por el contrario es muy amable, bastante amable. Es de ese tipo de personas que inciden lenta pero constantemente hasta que se abre una herida mortal.
Permítanme ilustrar la situación.
Todo comenzó el día de la entrevista de trabajo. Yo portaba mi mejor traje y mi mejor sonrisa. Llegué incluso temprano, por lo que me tomé la libertad de hacer una visita al sanitario. Oriné y me lavé las manos.
Luego salí al encuentro de personaje mencionado y me dirigió a una sala de conferencias donde tuvimos la entrevista. Todo muy ameno, excepto la acústica del recinto, que podría mejorarse bastante. Luego, mi futuro jefe, se disculpó un momento para traer a un segundo personaje-engendro-ingeniero que parecía salido de un sótano oscuro y sin ventilación y que, ahora sé, emite sonidos como un cerdo cuando come frente a su computadora mientras continúa programando; mi futuro compañero de oficina. En los 3 minutos que me quedé sólo, me di cuenta que tenía el cierre del pantalón abierto. Desde entonces no paro de escuchar en mi cabeza la pregunta: "¿Habrá visto el jefe que tenía el cierre del pantalón abierto?". Todos los días me lo pregunto.
Una semana después, al terminar la segunda entrevista con el director de la compañía (un tipo completamente repugnante pero que no odio como a mi jefe), me preguntaron si tenía alguna duda o pregunta. Dudé un momento y no me atreví a preguntar si podía trabajar sólo medio tiempo.
Me contrataron y me presenté a trabajar.

En este punto de la historia debo mencionar que en mi empleo anterior nunca recibí atención de mi jefe. A tal grado que en mi primer día de trabajo no informó a nadie que me habían contratado y sólo me dijo "Hola". La charla más larga que tuve con él fue cuando renuncié.
Así, mi ahora jefe, venía a preguntarme cada 5 minutos si todo estaba bien.
Jefe: "¿Todo bien Josué?"
Yo: "Sí, gracias"
5 minutos después:
Jefe: "Hey Josué, ¿todo bien?"
Yo: "Mmhh... sí, aún todo bien"

Después sus visitas a mi oficina comenzaron a tornarse bizarras. El entraba a la oficina y se quedaba parado mirando por la ventana al horizonte, sin decir nada. Se quedaba esperando a que le dieran la palabra. En la mayoría de los casos, quería hablar con mi compañero de oficina, que lo hacía esperar hasta 1 o 2 minutos antes de prestarle atención.
Una vez, el compañero llegó molesto a la oficina, se puso sus audífonos y escuchaba Heavy Metal. Realmente a mí me daba lo mismo porque de cualquier modo nunca hablamos. El jefe entró a la oficina y como de costumbre se plantó esperando a que le dieran la palabra. Yo ya no hacía nada por ponerle atención. El jefe esperó unos 2-3 minutos y luego en voz muy baja y en tono temeroso dijo:
"Mhhh... ¿Mario?" - *nombre cambiado para guardar el anonimato del engendro programador.
Pero el nerd no respondía. Guitarras distorsionadas y teclazos se escuchaban y nada más.
"Mario...mmhh creo que no estas disponible ¿verdad?" - agregó el jefe después de esperar otro minuto. Acto seguido, dijo: "Si quieres regreso más tarde" y se fue.
A mi ya no me sorprendía nada. Pero yo en su caso le hubiera tomado de los pelos y azotado la cara contra el teclado. Cuando el nerd se hubiese repuesto del shock, quitado los audífonos y conteniendo la sangre de la nariz hubiera preguntado: "¿Pero que sucede? Dígame jefe". A lo que hubiera respondido:
"Mmmhh lo siento, ya se me olvidó" y me hubiera ido.


La primera "agresión" del jefe contra mi fue un día que un programa que yo escribí, arrojó un error mientras el jefe y yo observábamos la aplicación correr.
"Una pregunta Josué, ¿es intencional que el programa arroje ese error y se vuelva inestable?" - dijo el jefe.
Yo no dije nada. Pensé que mi silencio obviaba mis intenciones de querer exterminarlo.
La segunda que vez que hizo una pregunta del mismo tipo, contesté:
"Sí, es una funcionaliad que he implementado recientemente". Yo creí que siendo el jefe tan inteligente podría detectar el sarcasmo. Pero su respuesta fue:
"Ya veo. Pero sería bueno que no sucediera, ¿crees que puedas cambiarlo?".
"Creo que sí" - respondí.

Otra ocasión dejé sobre su mesa 3 sensores y le escribí un correo electrónico indicando:
"...los 2 sensores que están sobre tu mesa, fueron calibrados hoy por la mañana..."
15 minutos más tarde el jefe entró a mi oficina con una hoja de papel, un documento. Se dirigió a mi diciendo:
"Josué, aquí tengo tu correo electrónico. Quería aclarar si son 2 ó 3 sensores los que dejaste sobre mi mesa". El número "2" estaba subrayado en mi correo electrónico con marcador verde fluorescente.
Perdí los estribos y le dije:
"Naturalmente se trata de 3 sensores, dejé 3 objetos sobre tu mesa. Creo que es más que obvio que me equivoqué al escribir 2. No creo que sea tan grave".
Se molestó un poco y subrayó la importancia de ser precisos con la información que manejamos.
Pasó el tiempo.

Un día se les ocurrió a los colegas de mi departamento que querían socializar y organizaron un "Barbeque" o día de campo. El plan era "asar unas salchichas y comérselas con pan y tomar unas cervezas". El organizador fue preguntando a cada persona cuántas salchichas se comería y cuántas cervezas se tomaría. No le gustó para nada mi respuesta: "No sé, unas dos o tres, ya veremos". El quería saber exactamente cuántas me comería.
El día del evento llegó. Me parecía un experimento indeseable pero interesante, así que decidí ir. En el camino, un policía me detuvo por andar en bicicleta sobre la acera y me multó con 15 Euros. Me molesté muchísimo. Al llegar al parque, donde no había nadie más que mis colegas y una pareja a lo lejos tomando el sol, esperaban los colegas ya con alimento y bebida en mano y sin hablar. Les conté la anécdota y agregué que los policías son las personas más cerradas, mamonas y rígidas que hay, que carecían de sentido común y además cobardes porque se atrevían a castigar a un ciclista pero no a un neo-nazi, y que por el contrario hasta los protegen en las marchas.
El jefe me miraba con ojos redondos y un poco apenado dijo: "Bueno, mmhh...no sé, a veces es necesario controlar a los ciclistas, pueden ocasionar un accidente". Y entonces confesó que su padre es policía, ahora jubilado. Comenzaba a entender la rigidez de su personalidad.
Luego, cuando todos habían ya comido, el organizador me dijo que aún quedaba una salchicha y que era mía, que me la debía comer porque yo había dicho que me comería DOS salchichas. No me la comí.

En el trabajo, cuando el jefe se acerca a hacernos observaciones que tal vez podrían incomodarnos, carraspea la garganta, antes y después de entrar a la oficina, demostrando inseguridad. A veces carraspea en su oficina, sólo.

En ocasiones en que el jefe ha estado presente mientras yo bromeo sobre alguna situación de forma sarcástica, vuelve a carraspear y se incomoda y agrega que "no es políticamente correcto y que no es del todo exacto mi comentario". Si alguien dice una expresión como "Me muero de hambre", el jefe contesta:
"¡Oh! eso no es bueno. ¿Tienes seguro de vida? Si pierdes la vida en las instalaciones de la empresa, se iniciaría una batalla legal".

Un par de veces me ha pedido que haga tareas para él. Siempre dice: "no me urge, házlo cuando tengas tiempo". La primera vez me tomé mi tiempo. Tres horas después me preguntó si ya lo había terminado y le contesté que pensaba que no era urgente. La siguiente vez que me pidió algo y dijo lo mismo, lo hice en seguida.

Evito cualquier tipo de contacto con él; visual, verbal. Una vez, él estaba en una reunión en el otro edificio de la empresa, que está a dos calles. Ese día decidí salirme un poco temprano porque no tenía nada que hacer. Estuve vacilando sobre qué ruta tomar para no encontrarmelo en la calle en caso de que ya hubiese terminado la reunión. Tomé una ruta alternativa y me lo encontré de frente. "Que tengas buena tarde" - me dijo sonriente. Lo quería ahorcar.
Otra vez fui a tomar café a la cocina de la oficina después de hablar con él sobre un asunto. Necesitaba un pausa de él. 30 segundos después entró a la cocina saludando.
Otro día me estaba lavando las manos después de orinar y lo maldecía en voz baja. En ese momento entró por la puerta del baño y me saludó.
En otra ocasión yo hablaba con un chico de la línea de producción en mi oficina. El jefe entró sin saludar y se paró como de costumbre esperando a que le diera la palabra. No lo hice. Seguí mi conversación y el jefe dijo: "Creo que regresaré más tarde, no quiero molestar" - pero en un tono que para mí significó "No quiero ser partícipe de una charla entre idiotas".
No es que no sea idiota yo, sino que no le permito afirmarlo.

Una vez me volví a salir un poco temprano del trabajo y quería pasar a orinar. Pasé por la oficina del jefe y estaba vacía. Pensé que una posibilidad es que estuviera en el baño. Fui y abrí la puerta sigilosamente. Efectivamente, ahí estaba orinando. Cerré la puerta y me fui corriendo.

El director de la compañía, como dije, es repugnante y arrogante. También me lo he encontrado en la calle mientras doy un paseo después de mi hora de comida. A veces me lo encuentro en una pizzería que hay en el edificio. Me escondo. He llegado a entrar a la pizzería y al verlo, si no me ha visto, me salgo, y si me ve, lo saludo, compro un chocolate para disimular y me voy a comer a otro lado.

Finalmente, ayer tuve una charla con mi jefe. Me dijo que me habían autorizado trabajar medio tiempo y lo adulé. Le dije que apreciaba mucho el hecho de que hubiera aceptado mi petición de trabajar media jornada. Mis palabras fueron sinceras.

Ahora no sé cuál es la razón principal por la que pedí trabajar menos horas. Al principio era mi interés por hacer más música, luego porque el trabajo no era muy interesante, pero creo que la verdad es que ya no quiero encontrármelo hasta en la sopa ni que me moleste con sus comentarios hiper-amables. Al final, todo lo que quiero es que me deje orinar en paz.


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