Monday, September 30, 2024

Las mangas del chaleco

 Recién llegué a Alemania tuve que desechar casi toda la ropa que traje porque era ropa de verano. Un día fui a una conocida tienda departamental alemana, famosa por sus empleados malvestidos, malhumorados, groseros, malencarados  y flojos: Karstadt (Prove me wrong). En ese tiempo no conocía todas éstas cualidades de sus empleados y dado que era octubre y ya hacía frío, yo estaba buscando un chaleco. Siempre me han gustado los chalecos, tal vez por la influencia de mi abuelo, que era sastre. 

Di una o dos vueltas por la tienda hasta que una vendedora se me acercó, yo creo que porque desperté sospecha de ratero, y me preguntó si podía ayudarme. Yo no sabía más que unas cuantas palabras de alemán pero era valiente y entonces le contesté que sí, que en realidad estaba buscando... en ese momento me di cuenta que había ido a la guerra sin fusil, al exámen sin haber estudiado, al concierto sin haber ensayado. No sabía cómo decir la palabra chaleco en alemán. La vieja me miraba con cara seria y de reprobración por no saber lo que quería decir. 

"Estoy buscando... mmhhh un... una ropa, es para cuando hace frío. Es como un suéter pero sin mangas" - yo le hacía ademanes de una tijera a la altura de los hombros, como tratando de explicar que le cortaba las mangas a mi ropa. 

La vieja se comenzó a molestar. "Qué es eso de un suéter sin mangas? un pull-over? un abrigo? no me puedo imaginar qué está diciendo usted". Yo trataba de explicar, que para taparse del frío se podía usar un suéter o un... una ropa caliente sin mangas.

La empleada terminó enojada y se fue diciendo: "no se de lo que está hablando". 

Yo frustrado me resigné y me fui a la casa con frío y las manos vacías.

A mi me parece que en este país no existen las adivinanzas. Me imagino a alguien preguntando: "qué es redondo, está a 149 millones de km de la tierra, densidad de 1411 kg/m³, 1,400 km de diámetro, temperatura de su superficie de 5000 °C y está al centro del sistema SOLAR?"

"No se, no te entiendo, me voy, déjame en paz".

Thursday, August 22, 2024

Il Gelato


Corría el año de 2005 y me estaba quedando sin ahorros para financiar mi estancia en Alemania. Los motivos, razones y circunstancias se pueden leer en otras historias como ésta. Yo buscaba desesperadamente una fuente de ingresos y deambulaba por los barrios de la ciudad en busca de alguna oportunidad, una idea, que me permitiera obtener ingresos. Iba en busca del sueño alemán, que nadie me había prometido sino yo mismo, y pensaba que Volkswagen vendría corriendo hacia mí ofreciéndome empleo.

Un día frío de la primavera de 2005, recorriendo las calles de Hombruch, me encontré con la heladería Eiscafé Venezia en una esquina. Un papel escrito a mano mostraba la leyenda: "Busco empleado, estudiante o extranjero que trabaje mucho por poco dinero. Horario flexible". Algo así.


Hay que mencionar que yo tenía tan sólo 6 meses en el país y mi dominio del idioma alemán era menos que básico. No obstante, me armé de valor y entré al lugar preguntando por el empleo. Una señora que parecía Sophia Loren (a sus 89 años de edad) me recibió con un alemán creo que peor que el mío. Nos sentamos en una mesa y me hizo unas preguntas. ¿Qué podía salir mal en la entrevista? Le dije que tenía conocimientos de matemáticas avanzadas para ingeniería, control automático y analógico, sistemas computacionales, procesadores y fundamentos de robótica.  Me aceptaron en el trabajo y podía empezar cuanto antes. Creo que fue mi explicación de los cuaterniones lo que la convenció.

En realidad no hablamos mucho, pues éramos como dos cavernícolas de dos tribus diferentes tratando de darse a entender.

Los primeros días fueron emocionantes y aguantaba bien el estrés del empleo. La señora era la esposa del dueño, un italiano que había sufrido un colapso y quedado inhabilitado por varios meses y que se parecía a Don Vito Corleone en sus últimos días.  

La señora vivía preocupada por pagar las cuentas y el negocio. Siempre se mortificaba y quería sacar provecho de todos y a todo. Nos pagaba sólo 5 EUR la hora cuando el estándar eran 10 EUR. Las propinas se las quedaba ella y nos pedía que no sirviéramos porciones muy grandes a los clientes.

En una ocasión la señora me preguntó si quería un café. Yo le contesté que no porque no tomaba café, a lo que respondió: "ah que bien, me vas a salir barato".

El estrés comenzó a aumentar y la tensión psicológica también. Había buenos ratos, como cuando llegaba algún cliente conocido y trataba de enseñarme un par de cosas en alemán. Definitivamente el mejor momento era cuando llegaba la hija de la dueña, Tiziana, una mujer de unos 38 años de edad,  1.78 m de altura, con botas hasta las rodillas, falda, pelo castaño oscuro y rizado, lápiz labial y que me recordaba a Melina Kanakaredes. Era una mujer muy atractiva y simpática. Ella estaba a cargo de otro Eiscafé a tan sólo 50 metros de ahí.
Lo mejor era cuando decía que no tomara muy en serio a su madre, pues estaba un poco loca y desquiciada. O al menos eso era lo que yo entendía y con lo que yo estaría de acuerdo.

La situación empezó a tornarse insoportable, pues nosotros los empleados, éramos víctimas de explotación y maltrato psicológico, y los clientes lo notaban, al grado que varios de ellos empezaron a expresarlo y a darme las propinas directamente a mí. La situación escaló y yo comenzaba a guardarme lo que me tocaba o a hacer la suma mental y en un descuido de la señora, a cobrarme "a lo chino" (aunque hoy en día como está la sociedad de sensible, tal vez este término me lleve a la cárcel por discriminación) es decir, a sacar unas monedas o billetes de la caja - que en realidad era un monedero negro de piel y que está estandarizado en todos los restaurantes y cafés.

 Llegó un momento en que ya no era descontento solamente, ya buscaba venganza.  Empecé a tomar café y aunque yo llegara a casa con agruras y gastritis por tomar café, comencé a golpear a la vieja donde se pudiera. Aprendí lo que es un espresso, un cappuccino, un latte macchiato y a saberlos preparar, conocimiento que a la fecha recuerdo y que me ha servido por todo el mundo.

Otras veces, cuando me mandaba al sótano a sacar más materia prima, chispas de chocolate, galletas, lunetas, etc., yo me comía a puñados lo que pudiera. Me atascaba la boca (el hocico para entonces porque tragaba como animal) de todos esos productos, que a esas horas de la mañana y con esas temperaturas no se me antojaban pero era una válvula de escape.

El clímax de la situación llegó cuando frustrado e impotente, decidí escribir una carta en español y pedirle a alguien que me la tradujera al alemán o al italiano, para que la vieja la entendiera mejor. Cuando una amiga italiano leyó el texto me dijo: "¿esto le quieres decir a esa pobre señora?". La verdad es que al terminar de escribir la carta me sentí mejor y no fue necesario entregársela. Recuerdo que hasta a mis padres les hablé del tema y ellos se preocuparon.  20 años después pienso: ¡qué tipo era yo! un adulto de 24 años quejándose porque una vieja lo trata como basura. Pero en esos momentos era grave, yo necesitaba el dinero, no podía expresarme y era mi única fuente de ingresos para sobrevivir. 

Son las situaciones a las que uno se enfrenta cuando no se tiene una beca y has quemado tus carabelas, no hay marcha atrás. Es frustrante no poder comunicar una idea. Y en parte, por eso, empecé a escribir estas líneas, aquí si puedo expresarme.

Varios años después volví a pasar por ahí y vi que el Eiscafé Venezia había cerrado. Me alegré porque el negocio de la vieja habría fracasado, por otro lado sentí tristeza porque una parte de se habría desvanecido. 

Tuesday, August 13, 2024

Las pinzas




"Siempre se me ha figurado que este güey escribe como tu platicas. Esa dosis de sentido común irreverente, siempre tan necesario... pero poco común...
Espero te saque este libro buenas risas en tu voluntario exilio...16/9/2005
RHM" 

(Dedicatoria del libro "La ley de Herodes" de Jorge Ibargüengoitia)

Friday, September 28, 2018

Hay de muertos a muertos


Lo que estoy a punto de relatar no es una broma ni una historia producto de mi imaginación. Diría que esto le sucedió al amigo de un amigo, pero no, yo lo viví en persona. Es una historia real y sucedió hace un año precisamente en vísperas del Festival de Día de Muertos que organizamos en Dortmund.
Era el segundo día de dicho Festival y yo llegué temprano al recinto donde se habría de llevar a cabo el evento. Frente a la puerta estaba parada una pareja de alemanes con mirada hosca y escéptica.
Me acerqué a preguntarles si podía ayudarles en algo y me dijeron que esperaban a una señora que los había citado para ofrecerles una visita guiada por el recinto.  Dicha señora se dedica a dar discursos en funerales y la pareja con la que yo estaba hablando eran (o son) dueños de una agencia funeraria.  “Tiene sentido su presencia” – pensé de forma muy natural.
La persona que los había citado no había llegado aún por lo que les ofrecí pasar conmigo y ver el recinto, el altar de ofrendas, las exposiciones fotográfica y de pintura y para darles una pequeña explicación sobre nuestro festival y el motivo de la fiesta.
De la pareja, el señor se mostraba dispuesto pero la señora fruncía cada vez más el ceño (y tal vez alguna otra parte de su cuerpo) y solamente daba negativas a mis ofrecimientos.  Los convencí de pasar conmigo y cuando hubimos accedido al recinto la señora exclamó casi con repugno:
“¿pero qué es esto?  Dieter, vámonos.  Esto es demasiado tenebroso.”
Me tuve que contener para no soltar una carcajada.  ¿En realidad había dicho eso? ¿La dueña de una funeraria había dicho que las figuras de cráneos humanos de papel de colores y esqueletos con flores le parecían tenebrosos?
Resulta que a una persona que se la pasa todo el día desvalijando cadáveres y maquillándolos, la muerte le parece un asunto tenebroso.

Todos los santos


El otro día hace 15 años andaba yo de visita en Varsovia, Polonia en vísperas del Día de Todos los Santos.  Aquella era mi primera ocasión en Europa y no tenía la menor idea de cómo eran las celebraciones en torno a dicha fecha.  A decir verdad no tenía la menor idea de nada y en algún momento de ese viaje perdí la noción del tiempo y no me había dado cuenta que estábamos a finales de octubre hasta que la familia que me acogió en la capital de aquél país de la Europa Oriental mencionó el tema. Después de cenar la tradicional “sauerkraut” me preguntaron si quería salir con ellos a visitar el cementerio. En Polonia, como en muchos otros países de Europa, se acostumbra pasear por los cementerios en dicha fecha para recordar a las personas fallecidas. 
Mientras tomábamos un té en el comedor, me preguntaron cómo se celebra el día de Todos los Santos en México.  Con voz jovial e ímpetu me dispuse a contar todas las actividades que se realizan en México durante el Día de Muertos (que es como mejor se le conoce al día de Todos los Santos).  Les dije que era una fiesta alegre, con flores, música, comida, y que mucha gente suele ir a los cementerios y festejar sobre las tumbas de sus muertos, que según la tradición regresan en ese día para estar entre los vivos. Les relaté cómo se ven en los periódicos numerosas fotografías de familias enteras comiendo sobre las tumbas al son que tocan los mariachis.  También les conté sobre los dulces que se hacen con forma de esqueletos y cráneos humanos, los hay de chocolate, de azúcar, o también como ornamentación de barro y otros materiales que usan los artesanos mexicanos.
Mis anfitriones no podían creer lo que yo les estaba diciendo.  Yo creo que en ese momento me imaginaron a mi y a todos los mexicanos realizando sacrificios humanos al más puro estilo azteca. Por si fuera poco, les expliqué que en esas fechas también se hacían poemas relatando con ironía y picardía la muerte de personajes famosos como políticos y artistas pero que también se acostumbraba hacer entre amigos, conocidos o compañeros de trabajo.  Les dije que era una especie de homenaje el relatar de forma burlona y pícara la muerte ficticia de nuestros conocidos.
Recuerdo ver caras estupefactas y uno que otro desviaba la mirada, carraspeando.  Yo pensé que no me habían entendido porque no hablaban muy bien el inglés.
Después cuando hubimos salido del cementerio lo entendí todo. La gente caminaba entre las tumbas alumbradas lugrubemente con velas. Nadie hablaba, había literalmente un silencio sepulcral.  Yo moría de pena por haberles contado todo lo que se acostumbra hacer en México. Me sentí como un pagano bárbaro.
Luego cuando volvimos a casa, alguien se me acercó a decirme:
“Josué, ¿es verdad todo lo que contaste?” y yo: “si, claro”.
“Está bien, ahora que lo he digerido puedo hablar contigo sobre esto. Cuando mencionaste que escriben a modo de broma  sobre la muerte de los amigos no lo podía creer. Pero… cuéntame más. Ahora me parece interesante”.
Después de dos copas de vino el ambiente estaba mejor y les conté sobre las representaciones que se hacen de la muerte como una mujer elegante, la famosa Catrina.
No es que la muerte sea divertida un asunto divertido en México, no lo es en absoluto. Es sólo el enfoque lo que cambia.

Sunday, April 29, 2018

das Wort - la palabra


Por razones que desconozco el idioma alemán carece de melodía y este fenómeno se manifiesta en muchos aspectos de la cultura. Al no poder generar melodía al hablar, también la capacidad para reconocer melodías es pobre. Al menos así lo han demostrado mis observaciones y mi trabajo de campo al respecto. La gente se concentra mucho en las palabras, en lo que se dice y no cómo se dice. Esto se manifiesta por ejemplo en el lenguaje. Yo, que provengo de un país en el que sucede casi lo contrario (lo que se dice no importa mientras se diga de buena manera), le pongo mucha atención a estas cosas. Yo he experimentado muchas situaciones confusas e incluso discusiones por algo que me dijeron de muy mala gana aunque haya sido el caso que me concedieron lo que pedía. Pero ellos ni se enteran de cuál fue el problema. Yo argumentaba que su tono, su expresión facial y sus palabras fueron de muy mal gusto. Pero no me entienden.
Otro ejemplo es la música. Las personas se concentran tanto en lo que se dice que ignoran que hay música en el fondo. Incluso he llegado a conocer gente que aseguran que si la letra de una canción no les gusta, no la escuchan, hecho que me parece absurdo puesto que la música es mucho más que eso, pero eso es tema para otra tarde.
El colmo de lo que aquí describo se dio cuando en un concierto de un trío a-capella se anunció que la canción que estaban a punto de cantar le podría sonar conocida a una que otra persona, sin embargo, no desde el principio. Comenzaron a cantar la primera estrofa, la segunda y no fue sino hasta la tercera que el público hizo una ligera exclamación asintiendo con la cabeza que efectivamente reconocían la canción. Yo me quedé atónito ante aquello que ocurría puesto que las tres estrofas eran idénticas en melodía y armonía. La única variación se daba efectivamente en la letra de la canción. En ese momento me salí y fui al bar del lugar y pedí un vaso con leche para ahogar mis penas.

Es como si yo cantara la canción "La Bamba" con unas ligeras variaciones en la letra y la gente no la pudiera reconocer. Algo así como lo siguiente:

"Para bailar la tamba
para bailar la tamba
se necesita
una boca de hacia"

Estoy seguro que me contestarían:

"No, no se qué canción es, no la reconozco. Y deja de cantar porque no conozco esa canción".


Saturday, April 28, 2018

como pagas, te tratan

Un sábado en la mañana me desperté con ganas de ir a jugar basquetbol, luego me dieron ganas de jugar fútbol americano, leer y luego de tocar la guitarra. Entonces decidí ir a un parque que me gusta mucho y que hace tiempo no había visitado. Como no pude decidirme de qué tenía más ganas de hacer, salí con una guitarra, una pelota de basquetbol, un balón de fútbol americano y un libro. Iba cargadísimo en la bicicleta.  Como no quise perder el momentum con el que desperté, salí sin desayunarme.  Cerca del parque hay una cafetería y un supermercado. "Ahí compraré algunos víveres, frutas, agua y un café" - pensé. Aquí comenzó a hacer su anti-magia la física cuántica.  Me dí cuenta de que no tenía dinero en efectivo y tendría que pasar a un banco a retirar dinero. Mi banco está muy lejos así que decidí pagar el precio de retirar dinero en otro banco: 4.75 EUR. "Va, juega" - me dije a mí mismo.  El cajero automático me dió un billete de 100 EUR.  No es que me quiera quejar de tener 100 EUR a mi disposición pero de inmediato supe que tendría problemas para pagar con un billete de tal denominación.  Incluso pude ver y escuchar a la cajera del establecimiento que fuera maldiciendo o maldiciéndome al recibir ese billete de mis manos.  Y en ese momento recordé una situación muy similar que tuve el agrado de presenciar en México. (Relato que puede usted lector disfrutar aquí).
Llegué a la cafetería y al supermercado.  No me atreví a entrar a la cafetería y pagar un café con ese billete. Me pareció más prudente comprar mis víveres en el supermercado y tratar de gastar lo más posible, mesuradamente.  Pagar en la caja de un supermercado en Alemania es una experiencia bastante fuerte, cargada de emociones muy negativas, digamos que es un tema complicado y que trataré en otra ocasión.
Cuando puse mis productos sobre la banda transportadora comenzó a subir el nivel de adrenalina en mi sangre. Hice una cuenta rápida mentalmente y me alarmó que gastaría solamente alrededor de 3 EUR. En ese momento pensé que tal vez el café me hubiera costado más si lo pedía extra-grande y con todos los jarabes asquerosos que le ponen para incrementar el precio.
No había marcha atrás, la cajera me saludó. Yo le respondí el saludo carraspeando y con voz temblorosa. "Ni tan buenos días... ya verás" - pensé en ese momento.  Sabía que se avecinaba una ola de emociones negativas. Maldije la física cuántica porque desde que el cajero me dio ese billete sabía lo que estaba a punto de suceder o tal vez yo induje esa situación. Lo se. Yo me metí en esa situación tan indeseable.
"Son 3 euros con 25 centavos" - dijo amablemente la cajera, una señora alemana de unos 45 años, descuidada y con sobrepeso, pero que pudo haber llegado a ser más educada y guapa en su juventud si se lo hubiera propuesto.
Acto seguido, saqué mi billetera (que ya la tenía preparada porque si no... lo explicaré en otra ocasión) y en el momento de sacar el billete de 100 EUR como un perro con la cola entre las patas le dije: "Disculpeme pero solo tengo este billete grande, así me lo dio el cajero automático".   El tono amable de la cajera se desvaneció y desapareció en el limbo de las buenas maneras y costumbres y gritó (literalmente):
"Oh noooo, ¿en serio? ¿no tienes otro billete más chico? ¿o una tarjeta bancaria? ¡¡¡boooaaaahhh!!!". 
La insolente y malcriada me puso en ridículo frente a todas las personas que esperaban en la fila.  Yo se que en realidad no tiene nada de malo y como no tenía ganas de argumentar tan temprano y tratar de convencer a una bárbara que no se enteró que después del descubrimiento del fuego el cerebro del homo-erectus creció y se civilizó. En fin, me limité a tragarme los insultos y a pasar el trago amargo intentado que no me afectara mis ánimos de jugar basquetbol.
Lo único que si le dije fue:  "¿pero cuál es el problema? 100 EUR no son mucho dinero hoy en día".
A lo que me respondió: "el problema es que te tengo que dar mucho cambio". 
Ese fue su argumento y su justificación para maltratarme psicológicamente. En realidad si llevaba una tarjeta bancaria, pero lo único que quería era cambiar el billete para poder comprarme un café sin jarabes asquerosos de caramelo. 
Guardé mis tres bananas, mi botella de agua y mis galletas y le di las gracias a la cajera.  Obviamente no me respondió y ni adiós me dijo. 
Sabía que me lo había merecido.  Cuando el siguiente cliente pagó su cuenta sabía que la cajera le agradecería por su compra y le desearía un buen día, puesto que ella había pagado con un billete más chico, como debe de ser.  Y así fue.  La armonía se había restablecido en la Caja #3 de aquél supermercado.  Me sentí tan mal que ya ni me compré mi café. 

No cabe duda que es verdad el dicho de "como te ven, te tratan" o lo que es lo mismo "como pagas, te tratan".

Thursday, June 22, 2017

Manita sudada

En México se les llama "novios de manita sudada" a las parejas que tienen escaso contacto corporal. Si acaso, sólo se toman de la mano y éstas sudan de estar tanto tiempo estrechadas.

Un día estaba esperando el tren en la estación vieja de alguna ciudad de Alemania cuando vi pasar frente mí a una mujer y a un hombre, en ese orden y uno detrás del otro. Llamaron mi atención porque volvieron a pasar y se pararon frente a mí.
Después de observarlos unos minutos formulé la siguiente tesis:
Al principio pensé que eran dos desconocidos, luego que eran amigos de la universidad, luego que eran hermanos (a juzgar por el aspecto de la mujer, aunque atractiva era bastante masculina, y por el aspecto del hombre, aunque joven, casi calvo y hombros encogidos y más bajo que ella). Luego pensé que eran novios porque el tipo se acercó a la mujer y la abrazó tímidamente de las caderas y se daban besos.

Pensé: "si son desconocidos, van muy rápido, si son hermanos son perversos, pero si son novios es una catástrofe".

Wednesday, April 26, 2017

typisch deutsch

Hace poco estábamos hablando sobre lo que es typisch deutsch (típicamente alemán). Que si el pan de centeno o aparcar correctamente en un estacionamiento completamente vacío o las guerras mundiales. Esa charla me recordó una ocasión en que me subí al metro de la ciudad de Dortmund y el conductor dijo por el altavoz: "Señores pasajeros: les informamos que este tren no hará parada en la estación de Westfallenhallen debido a trabajos de desactivación de una bomba de la segunda guerra mundial".
Typisch deutsch - pensé.

Thursday, April 07, 2016

el pan

Tal vez ya haya mencionado en alguna ocasión la importancia del pan para la cultura alemana. He escuchado a muchos alemanes admitiendo que de las pocas cosas que echarían de menos en caso de vivir en el extranjero, es el pan. Sí, el pan. Así, por ejemplo, a una amiga alemana que vive en México, no le bastan los cientos de variedades de pan que se producen en las panaderías regionales de aquél país.
Debo reconocer que las panaderías alemanas ofrecen algunos productos sanos, nutritivos y en algunas ocasiones, hasta sabrosos.
Los hay de centeno, con semillas de girasol y otros... (la verdad no me pregunten detalles porque de plantas, semillas y flores no tengo la más remota idea. De hecho una vez me preguntaron que de dónde venía el cilantro. Yo respondí que era una planta que se da en las taquerías de la ciudad de México).

Cuando recién llegué a este país, yo veía a los alemanes comiendo sus panes nutritivos, primero con interés, luego con curiosidad, después hastío (porque me daba la impresión de que eso era lo único que comían a medio día) y ahora, ahora los entiendo.
El pan alemán es realmente muy sano y nutritivo, no tiene que ser rico, sólo es funcional. Una vez me visitó mi hermana de México. Cuando me vió haciéndome un sandwich (emparedado), me regañó porque sólo era un pan, una rebanada de jamón y otro pan. Me dijo: "come bien Josué. ¿No le vas a poner mayonesa, aguacate, queso, tomates y chile?". Es que no se usan los ingredientes exóticos por acá. Y es que cuando uno se hace un pan o es de jamón o es de queso, pero no de las dos cosas juntas. ¡Umgotesvilen!
Pero bueno, la verdad es que si yo tuviera que abandonar el país, de las pocas cosas que echaría de menos (aparte de los restaurantes de comida tamil, tailandesa, vietnamí, entre otros) serían los "Zwiebelbrötchen". Son los panecillos más deliciosos que he probado en mi vida.