Friday, September 28, 2018

Hay de muertos a muertos


Lo que estoy a punto de relatar no es una broma ni una historia producto de mi imaginación. Diría que esto le sucedió al amigo de un amigo, pero no, yo lo viví en persona. Es una historia real y sucedió hace un año precisamente en vísperas del Festival de Día de Muertos que organizamos en Dortmund.
Era el segundo día de dicho Festival y yo llegué temprano al recinto donde se habría de llevar a cabo el evento. Frente a la puerta estaba parada una pareja de alemanes con mirada hosca y escéptica.
Me acerqué a preguntarles si podía ayudarles en algo y me dijeron que esperaban a una señora que los había citado para ofrecerles una visita guiada por el recinto.  Dicha señora se dedica a dar discursos en funerales y la pareja con la que yo estaba hablando eran (o son) dueños de una agencia funeraria.  “Tiene sentido su presencia” – pensé de forma muy natural.
La persona que los había citado no había llegado aún por lo que les ofrecí pasar conmigo y ver el recinto, el altar de ofrendas, las exposiciones fotográfica y de pintura y para darles una pequeña explicación sobre nuestro festival y el motivo de la fiesta.
De la pareja, el señor se mostraba dispuesto pero la señora fruncía cada vez más el ceño (y tal vez alguna otra parte de su cuerpo) y solamente daba negativas a mis ofrecimientos.  Los convencí de pasar conmigo y cuando hubimos accedido al recinto la señora exclamó casi con repugno:
“¿pero qué es esto?  Dieter, vámonos.  Esto es demasiado tenebroso.”
Me tuve que contener para no soltar una carcajada.  ¿En realidad había dicho eso? ¿La dueña de una funeraria había dicho que las figuras de cráneos humanos de papel de colores y esqueletos con flores le parecían tenebrosos?
Resulta que a una persona que se la pasa todo el día desvalijando cadáveres y maquillándolos, la muerte le parece un asunto tenebroso.

Todos los santos


El otro día hace 15 años andaba yo de visita en Varsovia, Polonia en vísperas del Día de Todos los Santos.  Aquella era mi primera ocasión en Europa y no tenía la menor idea de cómo eran las celebraciones en torno a dicha fecha.  A decir verdad no tenía la menor idea de nada y en algún momento de ese viaje perdí la noción del tiempo y no me había dado cuenta que estábamos a finales de octubre hasta que la familia que me acogió en la capital de aquél país de la Europa Oriental mencionó el tema. Después de cenar la tradicional “sauerkraut” me preguntaron si quería salir con ellos a visitar el cementerio. En Polonia, como en muchos otros países de Europa, se acostumbra pasear por los cementerios en dicha fecha para recordar a las personas fallecidas. 
Mientras tomábamos un té en el comedor, me preguntaron cómo se celebra el día de Todos los Santos en México.  Con voz jovial e ímpetu me dispuse a contar todas las actividades que se realizan en México durante el Día de Muertos (que es como mejor se le conoce al día de Todos los Santos).  Les dije que era una fiesta alegre, con flores, música, comida, y que mucha gente suele ir a los cementerios y festejar sobre las tumbas de sus muertos, que según la tradición regresan en ese día para estar entre los vivos. Les relaté cómo se ven en los periódicos numerosas fotografías de familias enteras comiendo sobre las tumbas al son que tocan los mariachis.  También les conté sobre los dulces que se hacen con forma de esqueletos y cráneos humanos, los hay de chocolate, de azúcar, o también como ornamentación de barro y otros materiales que usan los artesanos mexicanos.
Mis anfitriones no podían creer lo que yo les estaba diciendo.  Yo creo que en ese momento me imaginaron a mi y a todos los mexicanos realizando sacrificios humanos al más puro estilo azteca. Por si fuera poco, les expliqué que en esas fechas también se hacían poemas relatando con ironía y picardía la muerte de personajes famosos como políticos y artistas pero que también se acostumbraba hacer entre amigos, conocidos o compañeros de trabajo.  Les dije que era una especie de homenaje el relatar de forma burlona y pícara la muerte ficticia de nuestros conocidos.
Recuerdo ver caras estupefactas y uno que otro desviaba la mirada, carraspeando.  Yo pensé que no me habían entendido porque no hablaban muy bien el inglés.
Después cuando hubimos salido del cementerio lo entendí todo. La gente caminaba entre las tumbas alumbradas lugrubemente con velas. Nadie hablaba, había literalmente un silencio sepulcral.  Yo moría de pena por haberles contado todo lo que se acostumbra hacer en México. Me sentí como un pagano bárbaro.
Luego cuando volvimos a casa, alguien se me acercó a decirme:
“Josué, ¿es verdad todo lo que contaste?” y yo: “si, claro”.
“Está bien, ahora que lo he digerido puedo hablar contigo sobre esto. Cuando mencionaste que escriben a modo de broma  sobre la muerte de los amigos no lo podía creer. Pero… cuéntame más. Ahora me parece interesante”.
Después de dos copas de vino el ambiente estaba mejor y les conté sobre las representaciones que se hacen de la muerte como una mujer elegante, la famosa Catrina.
No es que la muerte sea divertida un asunto divertido en México, no lo es en absoluto. Es sólo el enfoque lo que cambia.

Sunday, April 29, 2018

das Wort - la palabra


Por razones que desconozco el idioma alemán carece de melodía y este fenómeno se manifiesta en muchos aspectos de la cultura. Al no poder generar melodía al hablar, también la capacidad para reconocer melodías es pobre. Al menos así lo han demostrado mis observaciones y mi trabajo de campo al respecto. La gente se concentra mucho en las palabras, en lo que se dice y no cómo se dice. Esto se manifiesta por ejemplo en el lenguaje. Yo, que provengo de un país en el que sucede casi lo contrario (lo que se dice no importa mientras se diga de buena manera), le pongo mucha atención a estas cosas. Yo he experimentado muchas situaciones confusas e incluso discusiones por algo que me dijeron de muy mala gana aunque haya sido el caso que me concedieron lo que pedía. Pero ellos ni se enteran de cuál fue el problema. Yo argumentaba que su tono, su expresión facial y sus palabras fueron de muy mal gusto. Pero no me entienden.
Otro ejemplo es la música. Las personas se concentran tanto en lo que se dice que ignoran que hay música en el fondo. Incluso he llegado a conocer gente que aseguran que si la letra de una canción no les gusta, no la escuchan, hecho que me parece absurdo puesto que la música es mucho más que eso, pero eso es tema para otra tarde.
El colmo de lo que aquí describo se dio cuando en un concierto de un trío a-capella se anunció que la canción que estaban a punto de cantar le podría sonar conocida a una que otra persona, sin embargo, no desde el principio. Comenzaron a cantar la primera estrofa, la segunda y no fue sino hasta la tercera que el público hizo una ligera exclamación asintiendo con la cabeza que efectivamente reconocían la canción. Yo me quedé atónito ante aquello que ocurría puesto que las tres estrofas eran idénticas en melodía y armonía. La única variación se daba efectivamente en la letra de la canción. En ese momento me salí y fui al bar del lugar y pedí un vaso con leche para ahogar mis penas.

Es como si yo cantara la canción "La Bamba" con unas ligeras variaciones en la letra y la gente no la pudiera reconocer. Algo así como lo siguiente:

"Para bailar la tamba
para bailar la tamba
se necesita
una boca de hacia"

Estoy seguro que me contestarían:

"No, no se qué canción es, no la reconozco. Y deja de cantar porque no conozco esa canción".


Saturday, April 28, 2018

como pagas, te tratan

Un sábado en la mañana me desperté con ganas de ir a jugar basquetbol, luego me dieron ganas de jugar fútbol americano, leer y luego de tocar la guitarra. Entonces decidí ir a un parque que me gusta mucho y que hace tiempo no había visitado. Como no pude decidirme de qué tenía más ganas de hacer, salí con una guitarra, una pelota de basquetbol, un balón de fútbol americano y un libro. Iba cargadísimo en la bicicleta.  Como no quise perder el momentum con el que desperté, salí sin desayunarme.  Cerca del parque hay una cafetería y un supermercado. "Ahí compraré algunos víveres, frutas, agua y un café" - pensé. Aquí comenzó a hacer su anti-magia la física cuántica.  Me dí cuenta de que no tenía dinero en efectivo y tendría que pasar a un banco a retirar dinero. Mi banco está muy lejos así que decidí pagar el precio de retirar dinero en otro banco: 4.75 EUR. "Va, juega" - me dije a mí mismo.  El cajero automático me dió un billete de 100 EUR.  No es que me quiera quejar de tener 100 EUR a mi disposición pero de inmediato supe que tendría problemas para pagar con un billete de tal denominación.  Incluso pude ver y escuchar a la cajera del establecimiento que fuera maldiciendo o maldiciéndome al recibir ese billete de mis manos.  Y en ese momento recordé una situación muy similar que tuve el agrado de presenciar en México. (Relato que puede usted lector disfrutar aquí).
Llegué a la cafetería y al supermercado.  No me atreví a entrar a la cafetería y pagar un café con ese billete. Me pareció más prudente comprar mis víveres en el supermercado y tratar de gastar lo más posible, mesuradamente.  Pagar en la caja de un supermercado en Alemania es una experiencia bastante fuerte, cargada de emociones muy negativas, digamos que es un tema complicado y que trataré en otra ocasión.
Cuando puse mis productos sobre la banda transportadora comenzó a subir el nivel de adrenalina en mi sangre. Hice una cuenta rápida mentalmente y me alarmó que gastaría solamente alrededor de 3 EUR. En ese momento pensé que tal vez el café me hubiera costado más si lo pedía extra-grande y con todos los jarabes asquerosos que le ponen para incrementar el precio.
No había marcha atrás, la cajera me saludó. Yo le respondí el saludo carraspeando y con voz temblorosa. "Ni tan buenos días... ya verás" - pensé en ese momento.  Sabía que se avecinaba una ola de emociones negativas. Maldije la física cuántica porque desde que el cajero me dio ese billete sabía lo que estaba a punto de suceder o tal vez yo induje esa situación. Lo se. Yo me metí en esa situación tan indeseable.
"Son 3 euros con 25 centavos" - dijo amablemente la cajera, una señora alemana de unos 45 años, descuidada y con sobrepeso, pero que pudo haber llegado a ser más educada y guapa en su juventud si se lo hubiera propuesto.
Acto seguido, saqué mi billetera (que ya la tenía preparada porque si no... lo explicaré en otra ocasión) y en el momento de sacar el billete de 100 EUR como un perro con la cola entre las patas le dije: "Disculpeme pero solo tengo este billete grande, así me lo dio el cajero automático".   El tono amable de la cajera se desvaneció y desapareció en el limbo de las buenas maneras y costumbres y gritó (literalmente):
"Oh noooo, ¿en serio? ¿no tienes otro billete más chico? ¿o una tarjeta bancaria? ¡¡¡boooaaaahhh!!!". 
La insolente y malcriada me puso en ridículo frente a todas las personas que esperaban en la fila.  Yo se que en realidad no tiene nada de malo y como no tenía ganas de argumentar tan temprano y tratar de convencer a una bárbara que no se enteró que después del descubrimiento del fuego el cerebro del homo-erectus creció y se civilizó. En fin, me limité a tragarme los insultos y a pasar el trago amargo intentado que no me afectara mis ánimos de jugar basquetbol.
Lo único que si le dije fue:  "¿pero cuál es el problema? 100 EUR no son mucho dinero hoy en día".
A lo que me respondió: "el problema es que te tengo que dar mucho cambio". 
Ese fue su argumento y su justificación para maltratarme psicológicamente. En realidad si llevaba una tarjeta bancaria, pero lo único que quería era cambiar el billete para poder comprarme un café sin jarabes asquerosos de caramelo. 
Guardé mis tres bananas, mi botella de agua y mis galletas y le di las gracias a la cajera.  Obviamente no me respondió y ni adiós me dijo. 
Sabía que me lo había merecido.  Cuando el siguiente cliente pagó su cuenta sabía que la cajera le agradecería por su compra y le desearía un buen día, puesto que ella había pagado con un billete más chico, como debe de ser.  Y así fue.  La armonía se había restablecido en la Caja #3 de aquél supermercado.  Me sentí tan mal que ya ni me compré mi café. 

No cabe duda que es verdad el dicho de "como te ven, te tratan" o lo que es lo mismo "como pagas, te tratan".

Thursday, June 22, 2017

Manita sudada

En México se les llama "novios de manita sudada" a las parejas que tienen escaso contacto corporal. Si acaso, sólo se toman de la mano y éstas sudan de estar tanto tiempo estrechadas.

Un día estaba esperando el tren en la estación vieja de alguna ciudad de Alemania cuando vi pasar frente mí a una mujer y a un hombre, en ese orden y uno detrás del otro. Llamaron mi atención porque volvieron a pasar y se pararon frente a mí.
Después de observarlos unos minutos formulé la siguiente tesis:
Al principio pensé que eran dos desconocidos, luego que eran amigos de la universidad, luego que eran hermanos (a juzgar por el aspecto de la mujer, aunque atractiva era bastante masculina, y por el aspecto del hombre, aunque joven, casi calvo y hombros encogidos y más bajo que ella). Luego pensé que eran novios porque el tipo se acercó a la mujer y la abrazó tímidamente de las caderas y se daban besos.

Pensé: "si son desconocidos, van muy rápido, si son hermanos son perversos, pero si son novios es una catástrofe".

Wednesday, April 26, 2017

typisch deutsch

Hace poco estábamos hablando sobre lo que es typisch deutsch (típicamente alemán). Que si el pan de centeno o aparcar correctamente en un estacionamiento completamente vacío o las guerras mundiales. Esa charla me recordó una ocasión en que me subí al metro de la ciudad de Dortmund y el conductor dijo por el altavoz: "Señores pasajeros: les informamos que este tren no hará parada en la estación de Westfallenhallen debido a trabajos de desactivación de una bomba de la segunda guerra mundial".
Typisch deutsch - pensé.

Thursday, April 07, 2016

el pan

Tal vez ya haya mencionado en alguna ocasión la importancia del pan para la cultura alemana. He escuchado a muchos alemanes admitiendo que de las pocas cosas que echarían de menos en caso de vivir en el extranjero, es el pan. Sí, el pan. Así, por ejemplo, a una amiga alemana que vive en México, no le bastan los cientos de variedades de pan que se producen en las panaderías regionales de aquél país.
Debo reconocer que las panaderías alemanas ofrecen algunos productos sanos, nutritivos y en algunas ocasiones, hasta sabrosos.
Los hay de centeno, con semillas de girasol y otros... (la verdad no me pregunten detalles porque de plantas, semillas y flores no tengo la más remota idea. De hecho una vez me preguntaron que de dónde venía el cilantro. Yo respondí que era una planta que se da en las taquerías de la ciudad de México).

Cuando recién llegué a este país, yo veía a los alemanes comiendo sus panes nutritivos, primero con interés, luego con curiosidad, después hastío (porque me daba la impresión de que eso era lo único que comían a medio día) y ahora, ahora los entiendo.
El pan alemán es realmente muy sano y nutritivo, no tiene que ser rico, sólo es funcional. Una vez me visitó mi hermana de México. Cuando me vió haciéndome un sandwich (emparedado), me regañó porque sólo era un pan, una rebanada de jamón y otro pan. Me dijo: "come bien Josué. ¿No le vas a poner mayonesa, aguacate, queso, tomates y chile?". Es que no se usan los ingredientes exóticos por acá. Y es que cuando uno se hace un pan o es de jamón o es de queso, pero no de las dos cosas juntas. ¡Umgotesvilen!
Pero bueno, la verdad es que si yo tuviera que abandonar el país, de las pocas cosas que echaría de menos (aparte de los restaurantes de comida tamil, tailandesa, vietnamí, entre otros) serían los "Zwiebelbrötchen". Son los panecillos más deliciosos que he probado en mi vida.


Friday, January 01, 2016

mucho ruido y pocas nueces

Hace mucho que dejé de celebrar fiestas, como La Navidad, en familia. Por eso es que busco la forma de hacer de esa fiesta de origen pagano (cuyo significado original es realmente motivo de celebración cuando se vive en estas latitudes donde el sol en invierno sale muy tarde y se pone muy temprano) algo interesante o diferente. Por motivos que no me interesa mencionar, me encontraba en vísperas de Navidad en la cocina de un departamento en uno de los barrios más tradicionales de la ciudad de Varsovia, Polonia.
Me preguntaron si quería llevar algún plato típico mexicano a la cena de Navidad a celebrarse en dicha ciudad con mis anfitriones.
"No" - pensé.
"Podría ser..." - dije.
En menos de lo que duró la Blitzkrieg para ocupar Varsovia me encontraba en el supermercado comprando los ingredientes para hacer una ensalada que solía hacer mi madre en casa para la Navidad. Una ensalada de zanahorias con crema, joghurt, piñas, pasas y NUECES. Ya casi tenía todos los ingredientes en la canasta. Parado en un pasillo y sosteniendo en mis manos un paquete de nueces partidas y listas para consumir, se acercó mi acompañante y anfitriona y me dijo que no era necesario comprar nueces puesto que ella tenía en casa muchas, enteras. Yo la miré unos instantes a los ojos y con esa intuición que me dio la naturaleza (y a la que procuro escuchar más día con día) sabía que algo terrible iba a suceder. Me imaginé lo peor: nueces cerradas, enteras, duras.
"¿Tienes la maquinita para abrirlas?" - pregunté.
"Si, claro" - respondió.
Me imaginé algo peor que lo que me había imaginado antes: nueces cerradas, enteras, duras y una máquina que no servía.
Mirá el paquete de nueces, la volví a mirar a los ojos. No le hice caso a mi intuición y dejé el paquete de nueces en la estantería. Después de todo había ido en busca de la aventura.

Regresamos al departamento. Ella también necesitaba nueces para algún postre que preparaba. Me pidió que partiera una nueces para ella y de paso para mi ensalada. Accedí y pregunté: "¿Dónde están las nueces y la maquinita para partirlas?".
Me dio una máquina de madera que consistía en un cilindro donde se coloca la nuez y una barra con cuerda que se atornillaba en el cilindro con el que se trituraba la nuez para partirla. En sí, la idea no es mala, pero el material, la madera, genera mucha fricción además de que es dificíl hacer piezas de precisión que tengan poco juego y sean eficientes. No dije ni una palabra e intenté partir las nueces. La máquina se trababa al tratar de romper la nuez, producto de la fricción como ya mencioné, aunado a los trozos pequeños que se colaban en la rosca del mecanismo. Maldije y en mi mejor tono sarcástico, pregunté: "¿Acaso es francesa esta máquina?".
"No, es polaca" - me respondió.
Ya no sabía qué era peor.

Debo confesar que por un momento, tan sólo un instante, eché de menos Alemania y sus máquinas eficientes. Era más fácil romper la nuez con la mano que con esa máquina. Desistí y pregunté si tenía un molcajete (del náhuatl mulcazitl - mortero). Hay dos cosas que realmente odio: las tareas absurdas y la tecnología que no funciona adecuadamente.
Los lóbulos frontales de mi cerebro se activaron y rescataron aquél recuerdo del paquete de nueces pelado por algún chino (de esos chinos que pelan una tonelada de nueces por 1 euro al día). Maldije.
Mi intuición me maldijo. La anfitriona no sabía para qué quería el molcajete. "No preguntes" - dije.
Comencé a golpear violentamente las nueces. Los pedazos salían volando por toda la cocina. Se había vuelto un asunto personal. De cada nuez rescataba un 50-60% del producto. El resto se quedaba atrapado en la cáscara o triturado en el molcajete.
Entonces comprendí el dicho "mucho ruido y pocas nueces". Seguramente alguien pasó por la misma situación y tuvo que partir nueces con un molcajete o algún artefacto similar.
Cuando había reunido la cantidad suficiente de nueces para su platillo dejé de trabajar.
"¿No vas a partir nueces para tu ensalada?" - me preguntó.
"Mañana" - respondí.

Al otro día mientras ella fue a trabajar, yo fui al supermercado y compré un paquete de nueces partidas. Fui a casa y preparé mi ensalada. Abrir el paquete de nueces y agregarlas a mi ensalada no fue tan difícil. A los comensales les gustó mucho la ensalada. La llamé "Ensalada Sanchez's Special".

Wednesday, December 02, 2015

el chacal

Hay lugares, personajes, oficios, ideas, etc. que no dependen ni de la geografía ni del idioma. Por ejemplo, un taxista es un taxista en cualquier parte del mundo y conducen de la misma forma en la ciudad de México que en Londres o Berlín.
En México existen las llamadas "tienditas de la esquina", que son tiendas, misceláneas o establecimientos pequeños, a menudo improvisados en garajes o patios de casas-habitación, en los que se pueden realizar las compras de último minuto: 1 litro de leche para el desayuno de los niños, azúcar, cigarros, cerveza, una monografía de los niños héroes. (Desagraciadamente éstos negocios familiares se han ido extinguiendo como producto de la aparición de franquicias como OXXO).

En Alemania las tienditas de la esquina se llaman "Kiosk". Y aquí, como en México, se auto-gobiernan y auto-determinan, es decir, además de vender los productos "obligados" como licores, bebidas refrescantes y productos de la canasta básica, ofrecen otros productos fuera de esa línea. Por ejemplo, en un kiosko que conozco ofrecen de todo, cigarros sueltos, ofrecen servicio de transporte para llevar a casa ese sofá-cama que te regalaron o para mudarte de casa, en el patio trasero organizan fiestas hip-hoperas.

En donde yo vivo hay una especie de culto por los Kiosks. Y es importante tener buena relación con el dueño del Kiosk, después de todo es el tipo que puede salvar tu fiesta cuando se ha acabado la cerveza a media noche, o cuando te has quedado sin leche para tu cereal.
Yo viví en un apartamento exactamente arriba de un Kiosk y el dueño, un turco, me trataba muy bien. Le gustaba la idea de conocer a un mexicano. Años después, me lo encontré en la calle y me saludó.
El dueño de otro Kiosk que conozco es un griego-serbio-libanés (según mi apreciación) que habla muy mal alemán y que no sabe distinguir entres cigarros Gauloises rojos y azules, pero conduce un BMW i6.

Después me mudé de casa y a la vuelta de la esquina había dos Kiosk, de la misma dueña. Luego uno cerró. La propietaria, aunque tenía una dentadura destrozada por humo de tabaco, era amable.
Un día fui a comprar cerveza. Yo iba con una amiga alemana y un amigo mexicano, que esperó afuera. De pronto entró un tipo de mala cara y voz ronca. Al parecer era el nuevo dueño del Kiosko.
Comenzó a hablar y en seguida me preguntó: "¿entiendes alemán?". Me molesté y le contesté que si y le pregunté que si acaso lo dudaba por el color de mi cabello.
"Tranquilo, tranquilo. No es eso, sino que allá afuera hay un tipo que me habló en inglés y pensé que tú tampoco hablabas alemán".
Entendí la situación y lamenté haber reaccionado así, le ofrecí una disculpa.
"Está bien, no pasa nada" - contestó. Pero yo sabía que no era así. Nuestra relación había empezado mal y no iba a mejorar, lo supe en ese momento.
Es de esos tipos a los que nada les parece o si algo les gusta lo expresan con enojo. Si uno se queja delante de él por la lluvia, contesta: "¡Hey, deberías estar agradecido que estás vivo y no hay guerra en este país por lo menos!".
Si le dices: "¡Qué buen día hace hoy, que lindo!", contesta: "Eh, ¿qué tiene de lindo? Mira que clima tan horrible".

Un día fui a comprar cerveza sin alcohol, por la simple y sencilla razón de que me gusta la cerveza sin alcohol.
"LLevaré tres cervezas sin alcohol" - le dije.
Me contestó con su voz ronca: "¿Sin alcohol? toma algo más para hombrecitos, ¿que es eso?".
Le tuve que contestar con una risa nerviosa. Lo hice porque aún seguía lamentando mi reacción aquél día de nuestro primer encuentro.

Otra ocasión fui a comprar vino.
"¿Tienes vino tinto?" - pregunté.
"Si, mira aquí tengo uno muy bueno, es italiano, cuesta 8 EUR la botella" - me contestó.
Cuando le pregunté si no tenía uno más barato, como para estudiantes, se molestó y me dijo: "Por mí te lo dejo a 2 EUR si no estás dispuesto a pagar 8 EUR por un buen vino. Ah que la gente en Alemania que quieren lo mejor pero no quieren pagar por ello". Le expliqué que el vino era para borrachos, en una fiesta y no para cenar. No me quiso escuchar. Me fui.

Otra vez fui a comprar una caja de cerveza para una fiesta. Me dijo que tenía la caja de cerveza Brinkhoffs de lata en descuento y que como ya me conocía, no me cobraría el importe de las latas ni la caja de plástico.
Le insistí en que me lo cobrara porque no sabía si se iba a terminar la cerveza en la fiesta. El insistió en querer ser amable y hacerme un favor.No lo quería contradecir.
Pasaron 6 meses y yo seguía sin devolver las latas ni la caja de plástico. Unos días antes de Navidad pasé al Kiosk y le dije al tipo:
"Hola, vengo a pagarte lo de las latas y la caja de plástico porque, como te dije desde el principio, no se acabó la cerveza".
"Si, qué bueno que vienes. No quería decirte nada pero si te voy a aceptar el dinero porque me va a faltar para el cierre del año".
Hizo la cuenta y me dijo: "Son 4.65 EUR".
Yo pensé: "¿Tanto drama por 4.65 EUR?". Si me los hubiera cobrado desde el principio no habría vivido con la angustia de la deuda durante esos 6 meses.
Dos años después, aún tengo tres latas de esa cerveza.
Lo bauticé como El Chacal, por malencarado y chacal.

Otro día pasé a comprar patatas fritas cubiertas con colorantes artificiales a base de plásticos inflamables y tóxicos. Esa ocasión me dijo: "¿Y tu amigo de México, dónde está? El sí que era buena gente". No me quedó más remedio que agregar: "¿No como yo verdad?".
"No, yo no dije eso. Sólo salúdalo de mi parte cuando hables con él" - respondió.
Cuando salí del Kiosk sabía que nuestra relación vecino-Kioskero había sido perturbada para siempre y no tenía remedio.

La situación llegó a tal extremo que cuando regresaba a casa, tomaba otro camino más largo para no pasar por la calle del Kiosk y tener que verlo o peor aún, saludarlo. Lo comencé a odiar.

Un día que me enojé con el mundo, estaba decidido a pasar frente al Kiosk y mirar al Chacal a los ojos fijamente sin desviar la mirada y si era necesario, saludarlo.
Pasé y no estaba. Al cargo estaba una de las mujeres que forman parte de su flota. No se si sean mujeres que trabajan para él (proxeneta) o sean de su familia, pero parecen salidas de una película gringa de arrancones de autos de los años ochenta.
Hace unos meses que me mudé a otra parte de la ciudad y ya no tengo que ver al Chacal. No lo extraño, pero me acuerdo de él cada vez que veo esas tres latas de cerveza Brinkhoffs en la esquina.

Thursday, September 03, 2015

otra batalla perdida

Ya he mencionado más de una ocasión que al alemán no se le gana una discusión. Nunca.
También he documentado aquí la necedad de mi jefe de embarrarnos en la cara nuestros errores, por muy pequeños que éstos sean. Una vez, imprimió un correo electrónico y subrayó con marcador fluorescente la parte donde yo le indiqué que eran 3 piezas las que dejé sobre su escritorio mientras que en realidad sólo eran 2. Un error de dedo. Le dije que era obvio y le resté importancia a lo que reaccionó con un berrinche diciendo que es importante manejar la información de manera correcta y precisa. La semana pasada le hizo otra escena a un compañero. Lo mismo, un correo electrónico en el que estipulaba una cantidad que no correspondía con la realidad. Le concedo razón.
Pero siempre le llega a uno la oportunidad de cobrárselas. Venganza. Esta semana me llegó un correo electrónico de parte de mi jefe. El asunto era: "Favor de no estacionarse en...bla bla bla... este Viernes 7 de Septiembre del 2015 ya que será la fiesta de aniversario de la empresa vecina XYZ y necesitan los lugares de estacionamiento".
¡Perfecto! Mi oportunidad para restregarle en la cara su error, por no decir su imbecilidad.
Fui a la cocina a comprar, en una máquina automática, algo que según dicen es café. Salí con mi tasa hacia el pasillo y ahí vi al jefe con dos colegas igual de nerds que él. Le di un trago a mi "algo-parecido-a-café" y me dirigí hacia ellos con una sonrisa. Me aseguré de hablar con voz clara y fuerte: "¡Hola que tal Jefe! Así que no debemos estacionarnos en tal lugar este - y aquí hice énfasis - Viernes 7 de Septiembre, ¿cierto?. ¿Estás seguro que es día 7 este Viernes?". Yo me disponía a gozar de las mieles del Sabelotodismo absurdo. Pero el jefe respondió: "Si, claro. Este Viernes 7 de Septiembre". Yo intentaba repetir la dósis, tirando ese gancho al hígado: "¿viernes 7 de Septiembre? ¿estás seguro?". "Si" - replicó el jefe con vigor y seguridad. Un nerd lamebotas agregó "Claro, Viernes 7 de Septiembre" y hasta osó burlarse de mí: "¿Porqué? ¿Quieres venir a la fiesta de la empresa XYZ? ¡Tu ni siquiera tienes auto!" - carcajadas estruendosas - . Habiendo dicho esto, los presentes desviaron el tema y olvidaron mi punto: No hay Viernes 7 de Septiembre del 2015. Es día 4.
Decepcionado, ignoré los comentarios y me metí a mi oficina, derrotado. El jefe y los nerds se fueron caminando por el pasillo hablando mierda de sabelotodo: "Claro, Viernes 7 de Septiembre. 7, cuya raíz cuadrada es aproximadamente 2.6457513110645905905016157536393. O 7, que multiplicado por PI y dividido entre 2 es aproximadamente 4.1559364410330408207461885428224". Los imbéciles se regocijaban en su necedad. Lo he dicho y lo vuelvo a repetir. A los alemanes no se les gana ni UNA... bueno, guerras mundiales sí, pero batallas no.