Friday, September 28, 2018

Hay de muertos a muertos


Lo que estoy a punto de relatar no es una broma ni una historia producto de mi imaginación. Diría que esto le sucedió al amigo de un amigo, pero no, yo lo viví en persona. Es una historia real y sucedió hace un año precisamente en vísperas del Festival de Día de Muertos que organizamos en Dortmund.
Era el segundo día de dicho Festival y yo llegué temprano al recinto donde se habría de llevar a cabo el evento. Frente a la puerta estaba parada una pareja de alemanes con mirada hosca y escéptica.
Me acerqué a preguntarles si podía ayudarles en algo y me dijeron que esperaban a una señora que los había citado para ofrecerles una visita guiada por el recinto.  Dicha señora se dedica a dar discursos en funerales y la pareja con la que yo estaba hablando eran (o son) dueños de una agencia funeraria.  “Tiene sentido su presencia” – pensé de forma muy natural.
La persona que los había citado no había llegado aún por lo que les ofrecí pasar conmigo y ver el recinto, el altar de ofrendas, las exposiciones fotográfica y de pintura y para darles una pequeña explicación sobre nuestro festival y el motivo de la fiesta.
De la pareja, el señor se mostraba dispuesto pero la señora fruncía cada vez más el ceño (y tal vez alguna otra parte de su cuerpo) y solamente daba negativas a mis ofrecimientos.  Los convencí de pasar conmigo y cuando hubimos accedido al recinto la señora exclamó casi con repugno:
“¿pero qué es esto?  Dieter, vámonos.  Esto es demasiado tenebroso.”
Me tuve que contener para no soltar una carcajada.  ¿En realidad había dicho eso? ¿La dueña de una funeraria había dicho que las figuras de cráneos humanos de papel de colores y esqueletos con flores le parecían tenebrosos?
Resulta que a una persona que se la pasa todo el día desvalijando cadáveres y maquillándolos, la muerte le parece un asunto tenebroso.

Todos los santos


El otro día hace 15 años andaba yo de visita en Varsovia, Polonia en vísperas del Día de Todos los Santos.  Aquella era mi primera ocasión en Europa y no tenía la menor idea de cómo eran las celebraciones en torno a dicha fecha.  A decir verdad no tenía la menor idea de nada y en algún momento de ese viaje perdí la noción del tiempo y no me había dado cuenta que estábamos a finales de octubre hasta que la familia que me acogió en la capital de aquél país de la Europa Oriental mencionó el tema. Después de cenar la tradicional “sauerkraut” me preguntaron si quería salir con ellos a visitar el cementerio. En Polonia, como en muchos otros países de Europa, se acostumbra pasear por los cementerios en dicha fecha para recordar a las personas fallecidas. 
Mientras tomábamos un té en el comedor, me preguntaron cómo se celebra el día de Todos los Santos en México.  Con voz jovial e ímpetu me dispuse a contar todas las actividades que se realizan en México durante el Día de Muertos (que es como mejor se le conoce al día de Todos los Santos).  Les dije que era una fiesta alegre, con flores, música, comida, y que mucha gente suele ir a los cementerios y festejar sobre las tumbas de sus muertos, que según la tradición regresan en ese día para estar entre los vivos. Les relaté cómo se ven en los periódicos numerosas fotografías de familias enteras comiendo sobre las tumbas al son que tocan los mariachis.  También les conté sobre los dulces que se hacen con forma de esqueletos y cráneos humanos, los hay de chocolate, de azúcar, o también como ornamentación de barro y otros materiales que usan los artesanos mexicanos.
Mis anfitriones no podían creer lo que yo les estaba diciendo.  Yo creo que en ese momento me imaginaron a mi y a todos los mexicanos realizando sacrificios humanos al más puro estilo azteca. Por si fuera poco, les expliqué que en esas fechas también se hacían poemas relatando con ironía y picardía la muerte de personajes famosos como políticos y artistas pero que también se acostumbraba hacer entre amigos, conocidos o compañeros de trabajo.  Les dije que era una especie de homenaje el relatar de forma burlona y pícara la muerte ficticia de nuestros conocidos.
Recuerdo ver caras estupefactas y uno que otro desviaba la mirada, carraspeando.  Yo pensé que no me habían entendido porque no hablaban muy bien el inglés.
Después cuando hubimos salido del cementerio lo entendí todo. La gente caminaba entre las tumbas alumbradas lugrubemente con velas. Nadie hablaba, había literalmente un silencio sepulcral.  Yo moría de pena por haberles contado todo lo que se acostumbra hacer en México. Me sentí como un pagano bárbaro.
Luego cuando volvimos a casa, alguien se me acercó a decirme:
“Josué, ¿es verdad todo lo que contaste?” y yo: “si, claro”.
“Está bien, ahora que lo he digerido puedo hablar contigo sobre esto. Cuando mencionaste que escriben a modo de broma  sobre la muerte de los amigos no lo podía creer. Pero… cuéntame más. Ahora me parece interesante”.
Después de dos copas de vino el ambiente estaba mejor y les conté sobre las representaciones que se hacen de la muerte como una mujer elegante, la famosa Catrina.
No es que la muerte sea divertida un asunto divertido en México, no lo es en absoluto. Es sólo el enfoque lo que cambia.

Sunday, April 29, 2018

das Wort - la palabra


Por razones que desconozco el idioma alemán carece de melodía y este fenómeno se manifiesta en muchos aspectos de la cultura. Al no poder generar melodía al hablar, también la capacidad para reconocer melodías es pobre. Al menos así lo han demostrado mis observaciones y mi trabajo de campo al respecto. La gente se concentra mucho en las palabras, en lo que se dice y no cómo se dice. Esto se manifiesta por ejemplo en el lenguaje. Yo, que provengo de un país en el que sucede casi lo contrario (lo que se dice no importa mientras se diga de buena manera), le pongo mucha atención a estas cosas. Yo he experimentado muchas situaciones confusas e incluso discusiones por algo que me dijeron de muy mala gana aunque haya sido el caso que me concedieron lo que pedía. Pero ellos ni se enteran de cuál fue el problema. Yo argumentaba que su tono, su expresión facial y sus palabras fueron de muy mal gusto. Pero no me entienden.
Otro ejemplo es la música. Las personas se concentran tanto en lo que se dice que ignoran que hay música en el fondo. Incluso he llegado a conocer gente que aseguran que si la letra de una canción no les gusta, no la escuchan, hecho que me parece absurdo puesto que la música es mucho más que eso, pero eso es tema para otra tarde.
El colmo de lo que aquí describo se dio cuando en un concierto de un trío a-capella se anunció que la canción que estaban a punto de cantar le podría sonar conocida a una que otra persona, sin embargo, no desde el principio. Comenzaron a cantar la primera estrofa, la segunda y no fue sino hasta la tercera que el público hizo una ligera exclamación asintiendo con la cabeza que efectivamente reconocían la canción. Yo me quedé atónito ante aquello que ocurría puesto que las tres estrofas eran idénticas en melodía y armonía. La única variación se daba efectivamente en la letra de la canción. En ese momento me salí y fui al bar del lugar y pedí un vaso con leche para ahogar mis penas.

Es como si yo cantara la canción "La Bamba" con unas ligeras variaciones en la letra y la gente no la pudiera reconocer. Algo así como lo siguiente:

"Para bailar la tamba
para bailar la tamba
se necesita
una boca de hacia"

Estoy seguro que me contestarían:

"No, no se qué canción es, no la reconozco. Y deja de cantar porque no conozco esa canción".


Saturday, April 28, 2018

como pagas, te tratan

Un sábado en la mañana me desperté con ganas de ir a jugar basquetbol, luego me dieron ganas de jugar fútbol americano, leer y luego de tocar la guitarra. Entonces decidí ir a un parque que me gusta mucho y que hace tiempo no había visitado. Como no pude decidirme de qué tenía más ganas de hacer, salí con una guitarra, una pelota de basquetbol, un balón de fútbol americano y un libro. Iba cargadísimo en la bicicleta.  Como no quise perder el momentum con el que desperté, salí sin desayunarme.  Cerca del parque hay una cafetería y un supermercado. "Ahí compraré algunos víveres, frutas, agua y un café" - pensé. Aquí comenzó a hacer su anti-magia la física cuántica.  Me dí cuenta de que no tenía dinero en efectivo y tendría que pasar a un banco a retirar dinero. Mi banco está muy lejos así que decidí pagar el precio de retirar dinero en otro banco: 4.75 EUR. "Va, juega" - me dije a mí mismo.  El cajero automático me dió un billete de 100 EUR.  No es que me quiera quejar de tener 100 EUR a mi disposición pero de inmediato supe que tendría problemas para pagar con un billete de tal denominación.  Incluso pude ver y escuchar a la cajera del establecimiento que fuera maldiciendo o maldiciéndome al recibir ese billete de mis manos.  Y en ese momento recordé una situación muy similar que tuve el agrado de presenciar en México. (Relato que puede usted lector disfrutar aquí).
Llegué a la cafetería y al supermercado.  No me atreví a entrar a la cafetería y pagar un café con ese billete. Me pareció más prudente comprar mis víveres en el supermercado y tratar de gastar lo más posible, mesuradamente.  Pagar en la caja de un supermercado en Alemania es una experiencia bastante fuerte, cargada de emociones muy negativas, digamos que es un tema complicado y que trataré en otra ocasión.
Cuando puse mis productos sobre la banda transportadora comenzó a subir el nivel de adrenalina en mi sangre. Hice una cuenta rápida mentalmente y me alarmó que gastaría solamente alrededor de 3 EUR. En ese momento pensé que tal vez el café me hubiera costado más si lo pedía extra-grande y con todos los jarabes asquerosos que le ponen para incrementar el precio.
No había marcha atrás, la cajera me saludó. Yo le respondí el saludo carraspeando y con voz temblorosa. "Ni tan buenos días... ya verás" - pensé en ese momento.  Sabía que se avecinaba una ola de emociones negativas. Maldije la física cuántica porque desde que el cajero me dio ese billete sabía lo que estaba a punto de suceder o tal vez yo induje esa situación. Lo se. Yo me metí en esa situación tan indeseable.
"Son 3 euros con 25 centavos" - dijo amablemente la cajera, una señora alemana de unos 45 años, descuidada y con sobrepeso, pero que pudo haber llegado a ser más educada y guapa en su juventud si se lo hubiera propuesto.
Acto seguido, saqué mi billetera (que ya la tenía preparada porque si no... lo explicaré en otra ocasión) y en el momento de sacar el billete de 100 EUR como un perro con la cola entre las patas le dije: "Disculpeme pero solo tengo este billete grande, así me lo dio el cajero automático".   El tono amable de la cajera se desvaneció y desapareció en el limbo de las buenas maneras y costumbres y gritó (literalmente):
"Oh noooo, ¿en serio? ¿no tienes otro billete más chico? ¿o una tarjeta bancaria? ¡¡¡boooaaaahhh!!!". 
La insolente y malcriada me puso en ridículo frente a todas las personas que esperaban en la fila.  Yo se que en realidad no tiene nada de malo y como no tenía ganas de argumentar tan temprano y tratar de convencer a una bárbara que no se enteró que después del descubrimiento del fuego el cerebro del homo-erectus creció y se civilizó. En fin, me limité a tragarme los insultos y a pasar el trago amargo intentado que no me afectara mis ánimos de jugar basquetbol.
Lo único que si le dije fue:  "¿pero cuál es el problema? 100 EUR no son mucho dinero hoy en día".
A lo que me respondió: "el problema es que te tengo que dar mucho cambio". 
Ese fue su argumento y su justificación para maltratarme psicológicamente. En realidad si llevaba una tarjeta bancaria, pero lo único que quería era cambiar el billete para poder comprarme un café sin jarabes asquerosos de caramelo. 
Guardé mis tres bananas, mi botella de agua y mis galletas y le di las gracias a la cajera.  Obviamente no me respondió y ni adiós me dijo. 
Sabía que me lo había merecido.  Cuando el siguiente cliente pagó su cuenta sabía que la cajera le agradecería por su compra y le desearía un buen día, puesto que ella había pagado con un billete más chico, como debe de ser.  Y así fue.  La armonía se había restablecido en la Caja #3 de aquél supermercado.  Me sentí tan mal que ya ni me compré mi café. 

No cabe duda que es verdad el dicho de "como te ven, te tratan" o lo que es lo mismo "como pagas, te tratan".