Friday, November 23, 2007
Buddha, me llamo Josué...
Estuve 5 días en Munich, Alemania, porque visité un curso de un software. De las 32 horas que pasé sentado en esa silla frente al computador escuchando al tutor tratando de vendernos productos de su compañía, sólo 1 minuto valió la pena. Y fue cuando el tipo accesó a mi computadora por error y mostró una información de mi base de datos en el proyector que todos los asistentes podían mirar. Se suponía que teníamos que ingresar un comentario sobre una alarma generada por nuestro proceso industrial simulado.
El tipo se extrañó cuando leyó:
"¿Aguas? ¿Was ist "Aguas"? (¿que es "Aguas"?)"
- "Sr. Instructor. Usted ingresó a mi computadora, ese comentario lo escribí yo y significa "Atención" en español".
Pero lo que más me edificó durante esos 5 días fue cuando, al comprar mi boleto de tren para regresar a casa, se me acercó un... llamémoslo por el momento "vagabundo" para pedirme unos centavos. Le dí unos centavos y después nos hicimos de palabras y nos enfrascamos en una charla de altísimo nivel. En los primeros minutos nos enteramos de que yo soy mexicano, de que su padre (al que solamente vio una vez en su vida cuando el tenía 4 años) nació en algún lugar de Latinoamérica y su madre en Alemania, que tiene epilepsia y le impide trabajar, y que en unos años se quiere ir a vivir a La India.
Realmente es difícil tomar en serio a un señor ("vagabundo") que pide dinero en las calles con aliento alcóholico, pero hice mi mejor esfuerzo y valió la pena. Comenzó a hablarme de la evolución del hombre, de la telequinésis (desplazamiento de objetos sin causa física, motivado por una fuerza psíquica o mental) y de cómo el uso de los teléfonos celulares está preparando a la humanidad para la telepatía. ¿Acaso no es cierto?. De esa forma las personas estarán acostumbradas a la telecomunicación y en algún momento esos aparatos electrónicos ya no serán necesarios. Me explicó que la tecnología solamente esta preparando al hombre para el futuro, para la evolución. En ese momento quise arrodillarme, despojarme de mi Laptop, los manuales del curso, mis cosas personales, y convertirme en su seguidor. Desde ese momento supe que no estaba conversando con un "vagabundo", como me atreví a llamarlo al principio de esta historia, sino con un "Iluminado".
Al preguntarle cómo es que sabía eso, me contestó:
"Porque yo lo he estudiado. Yo he visto el futuro y el pasado. Yo he viajado 2000 años en el futuro, ya se que eso va a pasar. Es que yo pienso de una forma muy diferente que tú. Mi cerebro trabaja de forma diferente que el tuyo".
Yo: "Wow, interesante... pero dime, ¿cómo es que andas en las calles pidiendo dinero y porqué lo gastas en alcohol?". En ese momento, se acercó a pedirle dinero a un señor que estaba comprando su boleto de tren. Regresó el Iluminado y dijo:
- "Perfecto, ya saqué para la salchicha y una ensalada de papa... pues es que mira, yo vivo en un cuarto solo, tengo epilepsia y prefiero tomarme una botella de vodka que ir a la farmacia para quitarme los dolores de cabeza. Con los medicamentos me da dolor por 2 semanas más, con el vodka se me olvida todo, hasta de que mi vida es miserable. El dinero que me da el gobierno no me alcanza".
En ese momento llegó el tren, pero no el mío, sino el que iba en dirección opuesta. Y el Buddha, con lo que terminó de convecerme de sus poderes sobrenaturales, dijo:
"Ahorita viene el otro, en 3 minutos, tranquilo".
Después del tiempo que predijo el Iluminado, mi tren estaba ahí. Desgraciadamente nos tuvimos que despedir puesto que el tenía que quedarse en la estación y acompletar para la botella de vodka. Aun con esas prisas se detuvo un momento para preguntarme mi nombre:
"Josué, me llamo Josué".
Iluminado, bendito seas... discúlpanos por lo que te hace nuestra sociedad, porque no sabemos lo que hacemos.
Me voy, tengo que hacer una llamada a México y seguirme preparando para la evolución.
Sunday, November 11, 2007
el lado bueno
Unas personas me han dicho que me quejo mucho y creo que tienen razón. Y la verdad creo que siempre lo he sabido. Pero debo decir que algunas quejas me quedan muy buenas, muy sarcásticas. Soy amante del sarcasmo ("Burla sangrienta, ironía mordaz y cruel con que se ofende o maltrata a alguien o algo"). Me gusta eso último de "maltratar a alguien o algo". El caso es que me he dado cuenta que no todo debería ser quejas, muecas, pesimismo. Por eso, y por rescatar una de tantas cosas buenas que me dejó el vivir en Crailsheim (el pueblo), me remordió un poco la conciencia y he decidido reivindicar esa ranchería.
Ya había relatado en otras ocasiones lo interesante que era comer en La Carnicería Schmidt de Crailsheim, entre otras cosas, por la amabilidad de sus empleadas (Fleischfachverkäuferinnen en alemán).
Resulta que el último día que estuve en aquella aldea me propuse ir a comer a La Carnicería para despedirme de aquellas mujeres que siempre me servían una porción extra o me complacían mis caprichos al escoger los platillos del día.
Hacía un frío "desgraciado" pero eso no menguó mis ánimos de ir a comer de la mano de las carniceras. Llegué, me quité la bufanda, el gorro y los guantes, me abrí la chamarra y pedí unos hígados encebollados cortados en trozos con una ensalada.
Yo sentía cómo con cada bocado que me tragaba se alejaban más las empleadas de mí, porque sabía que no volvería a verlas jamás despues de aquella tarde.
Terminé mi plato y se acercó una de ellas a limpiar las mesas, entonces tuve que mencionarle sobre mi partida. Se mostró desilusionada y aprovechando ese momento de flaqueza emocional me acerqué al mostrador y le pedí a la Carnicera Suprema una foto con las chicas. Claro que le dió gusto y mandó incluso llamar a todas las que estaban metidas por allá en la cocina. ¡Vaya impresión!
"A ver, ahí va la foto, ¡pero no vayan a sonreír porfavor!"
¡Click!
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